sábado, 3 de febrero de 2018

La música “Bluegrass”




En estos días estuve viendo un video de Leon Russell, el gran pianista y cantante norteamericano tocando en un concierto con el grupo The New Grass Revival, en Pasadena, California en 1980, no lo veía hacía años y lo disfruté como si fuera la primera vez, lo que me motivó a escribir esta breve reseña sobre un estilo de música que pocos Latinoamericanos disfrutan y menos aún conocen.
En los años setenta como ya se los he dicho varias veces, estuve viviendo y estudiando en Michigan donde hice amistad con diferentes grupos de personas, entre ellos con algunos renegados de la Supremacía Blanca, no me pregunten cómo me aceptaron en su entorno siendo yo un latino, pero lo hicieron, al igual que a algunos negros que conocí en las profundidades de aquellas planicies sembradas de Maíz hasta el horizonte.
En los veranos de 1973 y 74 conocí y fui invitado por unos agricultores de Battle Creek (territorio de la empresa Kellog’s, la que hace los cereales) con quienes había hecho amistad, dos enormes seres humanos, muy gordos, de pelo largo y rostros de pocos amigos que me llevaron a cazar perdices a sus propiedades y pasé varias semanas con ellos, ayudándolos con las siembras, las cercas, los graneros, llevándole pienso a los animales y lo único que escuchábamos era la música “country” o música de vaqueros, como le decía unos de mis sobrinos, fue allí que le tomé al gusto al whisky bourbon destilado de granos, a fumar en pipas hechas con mazorcas de maíz, a comer esas deliciosas “pork beans” una estupendas caraotas rojas que hacen con melaza y tocino en horno de leña, y con la que acompañan sus parrillas que hacen de la cacería, y entre otras cosas, esa fabulosa música llamada Bluegrass, que es un tipo de música que pertenece al género Country, o música folk, algunos le atribuyen su origen a los montañeses de los Apalaches o “hillbillies” (término peyorativo que significa rústico) que son los blancos que viven retirados en sus pequeñas granjas viviendo de la extracción de la madera, de destilar licor o de la caza y la pesca, son pueblos muy tradicionales, se casan entre ellos y no les gustan los visitantes.
La música Bluegrass se distingue del resto de la música country porque fundamentalmente es hecha por una banda de instrumentos de cuerda, estos grupos musicales eran formados en la familia y a veces en el vecindario, empezaron tocando contradanzas tradicionales europeas, pero la influencia del Gospel, del Blues y el Jazz no se hicieron esperar y después de la Segunda Guerra Mundial el Bluegrass era un estilo reconocible y muy propio de las montañas, una música muy alegre que ponían a los instrumentos a competir en rapidez y complejidad en un ritmo sincopado y en melodías cerradas, pero también era el vehículo perfecto para bellas baladas románticas entre cuyas intérpretes destacó la artista Juddy Collins.
La palabra Bluegrass viene de una hierba (la llaman Poa) que crece en las tierras agrícolas de Kentuky, larga, suave y muy azul que le da un color característico al paisaje y que durante la colonia se convirtió en los parajes favoritos para los criadores de caballos debido a que la Poa tiene un alto contenido de calcio que requieren los equinos en su nutrición, y dentro de la iconografía de la Arcadia norteamericana, las colinas azules están siempre presente.
La música Bluegrass se popularizó en los años 50 y 60 gracias al músico Bill Monroe, ya fallecido, quien con su mandolina, su particular voz y la rapidez del ritmo que le imprimía a sus canciones, se destacó como intérprete de este estilo; la película Deliverance, protagonizada por el actor Burt Reynols hizo famosa una de las piezas musicales que se llamaba “Duelo de Banjos” en una notable escena entre un niño incapacitado y uno de los excursionistas que visitaban la apartada montaña tocando a dúo este notable instrumento.
Monroe apadrinó y promocionó a varios artistas y bandas de Bluegrass que llegaron a la fama como Vassar Clement, Carter Stanley, los Blue Grass Boys, y muchos otros, el instrumento principal siempre es el banjo de cinco cuerdas, acompañado por la mandolina y el violín, a veces con la participación del contrabajo y la guitarra de seis cuerdas, o la guitarra que llaman “dobro” (resofónica, que tiene boca de metal y se toca resbalando las cuerdas con un cuello de botella), no es común la harmónica ni la batería, como elementos de percusión en el estilo tradicional, funcionan las cucharas de metal dobles (en una especie de castañuela) y cepillar una de esas planchas onduladas de metal que se usan para lavar ropa.
En la década de los 60 aparecieron una serie de bandas que hacían un Bluegrass más progresivo que el tradicional, incorporando instrumentos eléctricos y variaciones que venía de los estilos country o música wertern que producían los estudios en Memphis y Nashville que tenían grandes ventas, con lo que el tradicional Bluegrass pasó a segundo plano.
Pero en el 72 aparece el grupo New Grass Revival, con el magnífico multi-instrumentista Sam Bush que compitió con otros grupos de primera como Seldon Scene y los Country Gentelman, inaugurando una nueva etapa para el Bluegrass mucho más sofisticado y con un punteo más agresivo y virtuoso, estas bandas quería mantener el sonido tradicional, e hicieron sus tareas de investigación y recopilación en campo, y trajeron a los estudios y conciertos un material inédito.
El estilo Bluegrass caló con tanta fuerza en la cultura norteamericana, que cuando se habla de música folklórica estadounidense, se habla de Bluegrass, y es muy popular entre los campesinos blancos norteamericanos.
Pues bien, en aquel primer verano de trabajo en las siembras de maíz, expuesto a aquella cultura rural en Michigan, me invitaron a mi primer festival de Bluegrass a las afueras de Battle Creek, y bien afuera, recuerdo que estuvimos rodando con la pick-up de mis amigos por carretas de tierra por un buen rato entre un interminable mar verde de cultivos de maíz, se trataba en realidad de una feria agrícola en la que tenía cabida un festival anual de Bluegrass.
Allí me sucedieron tres cosas insólitas, me hicieron participar como jurado para escoger al mejor cerdo de la comarca (honor que me hicieron por ser el único extranjero presente ese día), recuerdo que ganó la marrana más grande y gorda que haya visto en mi vida, un enorme animal que apenas podías caminar, de manchas blancas y negras y hocico rosado, que gruñía complacida mientras los chiquillos trataban de montarla como si fuera un potro, y que ganó por unanimidad el lazo azul del primer premio, vi también la auyama gigante más estrambótica y pesada que recuerde, tan grande era que la tuvieron que llevar en la pala de un mini-shovel, ganó el primer lugar, y para la tarde ya la estaban cocinando de las mil maneras, yo la probé en puré y el punking pie, delicioso, el mejor que me he comido.
Fue una ocasión bastante familiar, en un habiente campestre, alejado del mundanal ruido de las grandes metrópolis, habían muchos niños correteando por el lugar, vi cantidad de gente obesa pero muy divertida, casi todos llevábamos bragas de mecánicos (overoles), y las cabezas caladas con gorras o de la Caterpillar, o de la John Deer, de hecho, había una exhibición de enormes máquinas cosechadoras y tractores todo uso, kioscos de compañías de seguros, de la Triple AAA, del Club de Leones de Battle Creek, por supuesto, la gente de la Kellog’s, de la Ford y de Monsanto (fertilizantes y semillas).
Pero cuál no sería mi sorpresa que el artista invitado del festival era nada menos que Chuck Berry , el guitarrista negro del rock & roll, de éxitos tan populares como Ruta 66 y Roll Over Beethoven, ambas piezas favoritas de los artistas del Bluegrass de la las cuales tienen versiones, una mejor que la otra (si pueden, consigan las versiones de Leon Russell, son sencillamente, unas obras maestras).
Pues conocí a Chuck, hablé y me tomé dos cervezas con él, me impresionó su delgadez, su rostro tallado en huesos, su sentido del humor (tenía una sonrisa espectacular), su escena era impresionante, cantaba, bailaba y tocaba la guitarra como si estuviera jugando, y su música hizo bailar a la gente, aquella ocasión fue algo mágico, en la noche empezó propiamente el festival de bandas de Bluegrass, escuchamos como a seis grupos diferentes, nunca había disfrutado un festival como aquel, quedé marcado por aquella maravillosa música, por el espíritu de alegría y libertad que se respiraba en aquella planada, de la prosperidad y trabajo que se estaban celebrando.
Todavía hoy soy un ávido coleccionista de música Bluegrass y cuando puedo, la pongo para mis amigos que sólo la aguantan unos minutos antes de pedirme Salsa o Regetón, no saben lo que se pierden, me gusta escucharla mientras escribo o cuando bebo un buen Jack Daniels o un Four Roses, que hace ya un buen tiempo que no los he vuelto a paladear.  -   saulgodoy@gmail.com



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