En
estos días estuve viendo un video de Leon Russell, el gran pianista y cantante
norteamericano tocando en un concierto con el grupo The New Grass Revival, en Pasadena, California en 1980, no lo veía
hacía años y lo disfruté como si fuera la primera vez, lo que me motivó a
escribir esta breve reseña sobre un estilo de música que pocos Latinoamericanos
disfrutan y menos aún conocen.
En
los años setenta como ya se los he dicho varias veces, estuve viviendo y estudiando
en Michigan donde hice amistad con diferentes grupos de personas, entre ellos
con algunos renegados de la Supremacía Blanca, no me pregunten cómo me
aceptaron en su entorno siendo yo un latino, pero lo hicieron, al igual que a
algunos negros que conocí en las profundidades de aquellas planicies sembradas
de Maíz hasta el horizonte.
En
los veranos de 1973 y 74 conocí y fui invitado por unos agricultores de Battle
Creek (territorio de la empresa Kellog’s, la que hace los cereales) con quienes
había hecho amistad, dos enormes seres humanos, muy gordos, de pelo largo y
rostros de pocos amigos que me llevaron a cazar perdices a sus propiedades y
pasé varias semanas con ellos, ayudándolos con las siembras, las cercas, los
graneros, llevándole pienso a los animales y lo único que escuchábamos era la
música “country” o música de vaqueros, como le decía unos de mis sobrinos, fue
allí que le tomé al gusto al whisky bourbon destilado de granos, a fumar en
pipas hechas con mazorcas de maíz, a comer esas deliciosas “pork beans” una estupendas caraotas rojas que hacen con melaza y
tocino en horno de leña, y con la que acompañan sus parrillas que hacen de la
cacería, y entre otras cosas, esa fabulosa música llamada Bluegrass, que es un
tipo de música que pertenece al género Country,
o música folk, algunos le atribuyen su origen a los montañeses de los Apalaches
o “hillbillies” (término peyorativo
que significa rústico) que son los blancos que viven retirados en sus pequeñas
granjas viviendo de la extracción de la madera, de destilar licor o de la caza
y la pesca, son pueblos muy tradicionales, se casan entre ellos y no les gustan
los visitantes.
La
música Bluegrass se distingue del resto de la música country porque
fundamentalmente es hecha por una banda de instrumentos de cuerda, estos grupos
musicales eran formados en la familia y a veces en el vecindario, empezaron
tocando contradanzas tradicionales europeas, pero la influencia del Gospel, del
Blues y el Jazz no se hicieron esperar y después de la Segunda Guerra Mundial
el Bluegrass era un estilo reconocible y muy propio de las montañas, una música
muy alegre que ponían a los instrumentos a competir en rapidez y complejidad en
un ritmo sincopado y en melodías cerradas, pero también era el vehículo
perfecto para bellas baladas románticas entre cuyas intérpretes destacó la
artista Juddy Collins.
La
palabra Bluegrass viene de una hierba (la llaman Poa) que crece en las tierras
agrícolas de Kentuky, larga, suave y muy azul que le da un color característico
al paisaje y que durante la colonia se convirtió en los parajes favoritos para
los criadores de caballos debido a que la Poa tiene un alto contenido de calcio
que requieren los equinos en su nutrición, y dentro de la iconografía de la
Arcadia norteamericana, las colinas azules están siempre presente.
La
música Bluegrass se popularizó en los años 50 y 60 gracias al músico Bill
Monroe, ya fallecido, quien con su mandolina, su particular voz y la rapidez
del ritmo que le imprimía a sus canciones, se destacó como intérprete de este
estilo; la película Deliverance,
protagonizada por el actor Burt Reynols hizo famosa una de las piezas musicales
que se llamaba “Duelo de Banjos” en
una notable escena entre un niño incapacitado y uno de los excursionistas que
visitaban la apartada montaña tocando a dúo este notable instrumento.
Monroe
apadrinó y promocionó a varios artistas y bandas de Bluegrass que llegaron a la
fama como Vassar Clement, Carter Stanley, los Blue Grass Boys, y muchos otros, el
instrumento principal siempre es el banjo de cinco cuerdas, acompañado por la
mandolina y el violín, a veces con la participación del contrabajo y la
guitarra de seis cuerdas, o la guitarra que llaman “dobro” (resofónica, que
tiene boca de metal y se toca resbalando las cuerdas con un cuello de botella),
no es común la harmónica ni la batería, como elementos de percusión en el
estilo tradicional, funcionan las cucharas de metal dobles (en una especie de
castañuela) y cepillar una de esas planchas onduladas de metal que se usan para
lavar ropa.
En la
década de los 60 aparecieron una serie de bandas que hacían un Bluegrass más
progresivo que el tradicional, incorporando instrumentos eléctricos y
variaciones que venía de los estilos country o música wertern que producían los estudios en Memphis y Nashville que
tenían grandes ventas, con lo que el tradicional Bluegrass pasó a segundo
plano.
Pero
en el 72 aparece el grupo New Grass
Revival, con el magnífico multi-instrumentista Sam Bush que compitió con
otros grupos de primera como Seldon Scene
y los Country Gentelman, inaugurando
una nueva etapa para el Bluegrass mucho más sofisticado y con un punteo más
agresivo y virtuoso, estas bandas quería mantener el sonido tradicional, e hicieron
sus tareas de investigación y recopilación en campo, y trajeron a los estudios
y conciertos un material inédito.
El
estilo Bluegrass caló con tanta fuerza en la cultura norteamericana, que cuando
se habla de música folklórica estadounidense, se habla de Bluegrass, y es muy
popular entre los campesinos blancos norteamericanos.
Pues
bien, en aquel primer verano de trabajo en las siembras de maíz, expuesto a
aquella cultura rural en Michigan, me invitaron a mi primer festival de
Bluegrass a las afueras de Battle Creek, y bien afuera, recuerdo que estuvimos
rodando con la pick-up de mis amigos por carretas de tierra por un buen rato
entre un interminable mar verde de cultivos de maíz, se trataba en realidad de
una feria agrícola en la que tenía cabida un festival anual de Bluegrass.
Allí
me sucedieron tres cosas insólitas, me hicieron participar como jurado para
escoger al mejor cerdo de la comarca (honor que me hicieron por ser el único
extranjero presente ese día), recuerdo que ganó la marrana más grande y gorda
que haya visto en mi vida, un enorme animal que apenas podías caminar, de manchas
blancas y negras y hocico rosado, que gruñía complacida mientras los chiquillos
trataban de montarla como si fuera un potro, y que ganó por unanimidad el lazo
azul del primer premio, vi también la auyama gigante más estrambótica y pesada
que recuerde, tan grande era que la tuvieron que llevar en la pala de un
mini-shovel, ganó el primer lugar, y para la tarde ya la estaban cocinando de
las mil maneras, yo la probé en puré y el punking
pie, delicioso, el mejor que me he comido.
Fue
una ocasión bastante familiar, en un habiente campestre, alejado del mundanal
ruido de las grandes metrópolis, habían muchos niños correteando por el lugar,
vi cantidad de gente obesa pero muy divertida, casi todos llevábamos bragas de
mecánicos (overoles), y las cabezas caladas con gorras o de la Caterpillar, o
de la John Deer, de hecho, había una exhibición de enormes máquinas
cosechadoras y tractores todo uso, kioscos de compañías de seguros, de la
Triple AAA, del Club de Leones de Battle Creek, por supuesto, la gente de la
Kellog’s, de la Ford y de Monsanto (fertilizantes y semillas).
Pero
cuál no sería mi sorpresa que el artista invitado del festival era nada menos
que Chuck Berry , el guitarrista negro del rock & roll, de éxitos tan
populares como Ruta 66 y Roll Over Beethoven, ambas piezas
favoritas de los artistas del Bluegrass de la las cuales tienen versiones, una
mejor que la otra (si pueden, consigan las versiones de Leon Russell, son
sencillamente, unas obras maestras).
Pues
conocí a Chuck, hablé y me tomé dos cervezas con él, me impresionó su delgadez,
su rostro tallado en huesos, su sentido del humor (tenía una sonrisa espectacular),
su escena era impresionante, cantaba, bailaba y tocaba la guitarra como si
estuviera jugando, y su música hizo bailar a la gente, aquella ocasión fue algo
mágico, en la noche empezó propiamente el festival de bandas de Bluegrass,
escuchamos como a seis grupos diferentes, nunca había disfrutado un festival
como aquel, quedé marcado por aquella maravillosa música, por el espíritu de
alegría y libertad que se respiraba en aquella planada, de la prosperidad y
trabajo que se estaban celebrando.
Todavía
hoy soy un ávido coleccionista de música Bluegrass y cuando puedo, la pongo
para mis amigos que sólo la aguantan unos minutos antes de pedirme Salsa o Regetón,
no saben lo que se pierden, me gusta escucharla mientras escribo o cuando bebo
un buen Jack Daniels o un Four Roses, que hace ya un buen tiempo
que no los he vuelto a paladear. - saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario