Confucio,
el gran filósofo Chino dijo alguna vez: “Cuando
las palabras pierden su significado, el pueblo pierde su libertad” y a los
políticos de todo el mundo le gusta hablar, de hecho es parte fundamental de su
profesión, es su mercancía, palabras, argumentos, ideas, propuestas, planes,
promesas… ¿Qué pasa cuando los discursos de los políticos pierden sentido?
¿Cuándo los políticos mismos pierden credibilidad?
Confucio
(s. IV-V AC) fue un gran organizador, un
extraordinario creador y gerente de una de las burocracias más complejas,
grandes y digámoslo como es, virtuosas, que se hayan podido levantar para un
Estado, y aunque en vida llegó a ser Ministro de Justicia en el reino Lu, no
fue sino hasta después de su muerte, que sus enseñanzas, recogidas en las Analectas, y durante el Imperio Han,
que se hicieron la norma de conducta obligada para todos los funcionarios
públicos, incluyendo a los poderosos Mandarines y al mismo Emperador.
¿Qué
fue lo que vio y sintió Confucio, cuando pronunció aquel terrible acierto? Pues
no ha debido de ser muy distinto a lo que vemos y escuchamos hoy en Venezuela,
una enorme y desbocada Babel de palabras que no dicen nada, que nadie entiende,
que no se corresponden con la realidad y que lo que traen en caos, violencia y
miseria.
El
país desde hace algo más de veinte años venía a la deriva con un sistema de
partidos políticos que día a día le robaba a los ciudadanos su protagonismo
político, la democracia representativa, mal entendida y peor practicada,
concentraba los poderes políticos del pueblo en unas organizaciones políticas
que se hacían más grandes, más poderosas y más inútiles para los efectos de
mantener, consolidar y defender un régimen de libertades.
Eran
organizaciones poca democráticas a lo interno, con grupos de interés que
dominaban las cúpulas de los partidos e imponían a dedo candidatos, normas y
programas; como toda organización con fines políticos, su objetivo era la toma
del poder por medios democráticos, es decir, vía las elecciones, lo que quería
decir, que era el voto del ciudadano lo que realmente les interesaba y para
obtenerlo, habían organizado al país de manera tal, que solo por medio de las
elecciones pudiera el ciudadano expresar su voluntad, descartando cualquier
otra posibilidad de participación, lo que lograron, fue despojar al ciudadano
de las múltiples formas de participación política que la Constitución les daba:
posibilidad de acceder a cargos públicos de manera personal, de organizarse y
asociarse en distintas maneras con fines políticos, contaban con iniciativas de
diversos tipos que podían ser personales o colectivas, tenían derecho a las
manifestaciones públicas y pacíficas, contaban con distintos tipos de
referendo, tenían derecho a diversos tipos de consulta, de contraloría social,
de exigir información con derecho a respuesta, contaban con la opinión pública
y las denuncias en los medios de comunicación, y otras maneras de expresión
política.
Todas
estas formas fueron poco a poco coaptadas por los partidos políticos, y cuando
alguno de ellos se hacía gobierno, iban debilitando esta participación para que
fuera únicamente por medio de los partidos políticos y de las elecciones que el
ciudadano pudiera expresarse políticamente.
Fue
un proceso indoloro que contaba con un aliado fundamental, el ciudadano iba
siendo despojado de su capacidad cívica por el mismo estado, no había educación
política excepto la de los partidos, la organicidad y la funcionalidad
ciudadana se fue atrofiando, sus deberes y derechos fueron cayendo en el olvido
precisamente porque los políticos querían suplantarlo, decidir por él, hablar
por él, manipularlo para que fuera el partido su única voz… y lo lograron.
Pero
simultáneamente los partidos políticos estaban, a lo interno, en pleno proceso
de decaimiento moral, de intereses bastardos que sus cúpulas introdujeron para
conseguir los fondos para las costosas campañas, de pago de favores con la
introducción de elementos de dudosa procedencia dentro de sus filas, los
partidos políticos en Venezuela entraron en círculo vicioso de corrupción e
inercia que les impedía renovarse, actualizarse ideológicamente, formar a sus
cuadros, convalidar principios y ponerse al día con los cambios en el mundo,
fuera del país.
Este
proceso reduccionista llevó al país a que sólo por medio de las elecciones los
ciudadanos se sintieran partícipes del país, de resto, el estado actuaba sin
cortapisa, sin nadie quien lo regulara o exigiera resultados, y dada la
naturaleza estatista, centralista y socialista de nuestro núcleo partidista, a
medida que la corrupción, la ineficiencia y las entradas de recursos por
petróleo empezaron a tener problemas, el estado sacrificaba la calidad de vida
del pueblo, para seguir manteniendo la vida loca de su élite política.
Bajo
estas circunstancias no era de extrañar que se incrementara el gigantismo del
estado, su incumbencia en asuntos exclusivos de la gente, que el estado
policial incrementara su nómina y actividad no para tener a raya la
delincuencia, sino para controlar el descontento creciente y la oposición a
este estado de cosas.
En
ese clima llegó el chavismo al país.
Acabo
de terminar un cuento largo del famoso escritor británico de historias de
terror, Brian Lumley, Cuerpos frutales
(1988), lo recomiendo sin reservas, es la historia de un tipo de hongo invasivo,
que llega a Inglaterra de Haití debido a un naufragio de un barco portugués,
frente a los acantilados que hacen de barrera al Mar del Norte, unos listones
de madera infectados con este hongo llegan a la costa de esta villa de
pescadores, y sus moradores utilizan la madera para la construcción, las
condiciones climáticas y ecológicas del lugar alimentan al hongo y este invade
la comarca destruyendo a la aldea y sus habitantes, el hongo en simbiosis con
los materiales de las casas y la carne de los vivos, descompone todo a su paso.
El
chavismo es muy parecido a ese hongo mortal, vino de Cuba, vive en simbiosis
con Venezuela destruyendo todo lo que toca, convirtiéndolo en putrefacción,
esporas y ruinas, las construcciones, paisajes y vidas humanas que toca e
infecta están condenadas a desaparecer.
Para
el hongo del chavismo, las libertades, la democracia y la riqueza, los atrae de
manera irresistible, los inoculan con un lenguaje manipulado, lleno de
consignas que son falsas, de lugares comunes para que la gente no piense, se
hace pasar como una ideología benigna, cristiana, democrática pero es la muerte
personificada en sus líderes, personas enfermas de odio y resentimiento, que
sufren de patologías mentales incurables (firmando acuerdos ellos solos, para
unas elecciones viciadas e ilegítimas a la vista de todo el mundo) y que
alimentan una vocación suicida.
El
chavismo encontró a Venezuela con su sistema inmunológico muy decaído
precisamente por el trabajo de debilitamiento político que ya había efectuado
el sistema de partidos políticos, cuando nos infectaron no teníamos capacidad
de respuesta y el hongo nos está carcomiendo el país entero, la única solución
que nos queda es amputar el miembro enfermo, no hay otra solución, pero el
asunto es ¿Podemos hacerlo nosotros solos? ¿O dejamos que otros lo hagan?
Pero
es muy difícil ponernos de acuerdo, nadie se entiende, el lenguaje ha sido
corrompido, las palabras perdieron el sentido, los políticos hablan y hablan
pero no dicen nada, ya no tienen credibilidad, el caos se ha adueñado del país.
En
una muy parecida decadencia política se encontraba China, cuando apareció
Confucio en escena. - saulgodoy@gmail.com
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