viernes, 9 de febrero de 2018

Hablar sin sentido



Confucio, el gran filósofo Chino dijo alguna vez: “Cuando las palabras pierden su significado, el pueblo pierde su libertad” y a los políticos de todo el mundo le gusta hablar, de hecho es parte fundamental de su profesión, es su mercancía, palabras, argumentos, ideas, propuestas, planes, promesas… ¿Qué pasa cuando los discursos de los políticos pierden sentido? ¿Cuándo los políticos mismos pierden credibilidad?
Confucio (s. IV-V AC) fue un gran organizador, un extraordinario creador y gerente de una de las burocracias más complejas, grandes y digámoslo como es, virtuosas, que se hayan podido levantar para un Estado, y aunque en vida llegó a ser Ministro de Justicia en el reino Lu, no fue sino hasta después de su muerte, que sus enseñanzas, recogidas en las Analectas, y durante el Imperio Han, que se hicieron la norma de conducta obligada para todos los funcionarios públicos, incluyendo a los poderosos Mandarines y al mismo Emperador.
¿Qué fue lo que vio y sintió Confucio, cuando pronunció aquel terrible acierto? Pues no ha debido de ser muy distinto a lo que vemos y escuchamos hoy en Venezuela, una enorme y desbocada Babel de palabras que no dicen nada, que nadie entiende, que no se corresponden con la realidad y que lo que traen en caos, violencia y miseria.
El país desde hace algo más de veinte años venía a la deriva con un sistema de partidos políticos que día a día le robaba a los ciudadanos su protagonismo político, la democracia representativa, mal entendida y peor practicada, concentraba los poderes políticos del pueblo en unas organizaciones políticas que se hacían más grandes, más poderosas y más inútiles para los efectos de mantener, consolidar y defender un régimen de libertades.
Eran organizaciones poca democráticas a lo interno, con grupos de interés que dominaban las cúpulas de los partidos e imponían a dedo candidatos, normas y programas; como toda organización con fines políticos, su objetivo era la toma del poder por medios democráticos, es decir, vía las elecciones, lo que quería decir, que era el voto del ciudadano lo que realmente les interesaba y para obtenerlo, habían organizado al país de manera tal, que solo por medio de las elecciones pudiera el ciudadano expresar su voluntad, descartando cualquier otra posibilidad de participación, lo que lograron, fue despojar al ciudadano de las múltiples formas de participación política que la Constitución les daba: posibilidad de acceder a cargos públicos de manera personal, de organizarse y asociarse en distintas maneras con fines políticos, contaban con iniciativas de diversos tipos que podían ser personales o colectivas, tenían derecho a las manifestaciones públicas y pacíficas, contaban con distintos tipos de referendo, tenían derecho a diversos tipos de consulta, de contraloría social, de exigir información con derecho a respuesta, contaban con la opinión pública y las denuncias en los medios de comunicación, y otras maneras de expresión política.
Todas estas formas fueron poco a poco coaptadas por los partidos políticos, y cuando alguno de ellos se hacía gobierno, iban debilitando esta participación para que fuera únicamente por medio de los partidos políticos y de las elecciones que el ciudadano pudiera expresarse políticamente.
Fue un proceso indoloro que contaba con un aliado fundamental, el ciudadano iba siendo despojado de su capacidad cívica por el mismo estado, no había educación política excepto la de los partidos, la organicidad y la funcionalidad ciudadana se fue atrofiando, sus deberes y derechos fueron cayendo en el olvido precisamente porque los políticos querían suplantarlo, decidir por él, hablar por él, manipularlo para que fuera el partido su única voz… y lo lograron.
Pero simultáneamente los partidos políticos estaban, a lo interno, en pleno proceso de decaimiento moral, de intereses bastardos que sus cúpulas introdujeron para conseguir los fondos para las costosas campañas, de pago de favores con la introducción de elementos de dudosa procedencia dentro de sus filas, los partidos políticos en Venezuela entraron en círculo vicioso de corrupción e inercia que les impedía renovarse, actualizarse ideológicamente, formar a sus cuadros, convalidar principios y ponerse al día con los cambios en el mundo, fuera del país.
Este proceso reduccionista llevó al país a que sólo por medio de las elecciones los ciudadanos se sintieran partícipes del país, de resto, el estado actuaba sin cortapisa, sin nadie quien lo regulara o exigiera resultados, y dada la naturaleza estatista, centralista y socialista de nuestro núcleo partidista, a medida que la corrupción, la ineficiencia y las entradas de recursos por petróleo empezaron a tener problemas, el estado sacrificaba la calidad de vida del pueblo, para seguir manteniendo la vida loca de su élite política.
Bajo estas circunstancias no era de extrañar que se incrementara el gigantismo del estado, su incumbencia en asuntos exclusivos de la gente, que el estado policial incrementara su nómina y actividad no para tener a raya la delincuencia, sino para controlar el descontento creciente y la oposición a este estado de cosas.
En ese clima llegó el chavismo al país.
Acabo de terminar un cuento largo del famoso escritor británico de historias de terror, Brian Lumley, Cuerpos frutales (1988), lo recomiendo sin reservas, es la historia de un tipo de hongo invasivo, que llega a Inglaterra de Haití debido a un naufragio de un barco portugués, frente a los acantilados que hacen de barrera al Mar del Norte, unos listones de madera infectados con este hongo llegan a la costa de esta villa de pescadores, y sus moradores utilizan la madera para la construcción, las condiciones climáticas y ecológicas del lugar alimentan al hongo y este invade la comarca destruyendo a la aldea y sus habitantes, el hongo en simbiosis con los materiales de las casas y la carne de los vivos, descompone todo a su paso.
El chavismo es muy parecido a ese hongo mortal, vino de Cuba, vive en simbiosis con Venezuela destruyendo todo lo que toca, convirtiéndolo en putrefacción, esporas y ruinas, las construcciones, paisajes y vidas humanas que toca e infecta están condenadas a desaparecer.
Para el hongo del chavismo, las libertades, la democracia y la riqueza, los atrae de manera irresistible, los inoculan con un lenguaje manipulado, lleno de consignas que son falsas, de lugares comunes para que la gente no piense, se hace pasar como una ideología benigna, cristiana, democrática pero es la muerte personificada en sus líderes, personas enfermas de odio y resentimiento, que sufren de patologías mentales incurables (firmando acuerdos ellos solos, para unas elecciones viciadas e ilegítimas a la vista de todo el mundo) y que alimentan una vocación suicida.
El chavismo encontró a Venezuela con su sistema inmunológico muy decaído precisamente por el trabajo de debilitamiento político que ya había efectuado el sistema de partidos políticos, cuando nos infectaron no teníamos capacidad de respuesta y el hongo nos está carcomiendo el país entero, la única solución que nos queda es amputar el miembro enfermo, no hay otra solución, pero el asunto es ¿Podemos hacerlo nosotros solos? ¿O dejamos que otros lo hagan?
Pero es muy difícil ponernos de acuerdo, nadie se entiende, el lenguaje ha sido corrompido, las palabras perdieron el sentido, los políticos hablan y hablan pero no dicen nada, ya no tienen credibilidad, el caos se ha adueñado del país.
En una muy parecida decadencia política se encontraba China, cuando apareció Confucio en escena.  -      saulgodoy@gmail.com





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