El
año que pasó fue muy duro en lo personal, no solo tuve que soportar, como
todos, un país en disolución por unas fuerzas de ocupación que nos tienen
oprimidos, sino que varios eventos de carácter catastrófico me tocaron: mi
compañera de vida se despeñó por un barranco, en un aparatoso accidente de
tránsito, y tuvo que ser hospitalizada de urgencia; afortunadamente, fue
atendida con diligencia, existían todos los recursos para ayudarla y salió del
trance, pero quedé arruinado por las facturas de la clínica. Varios de mis
perros murieron, en diversas circunstancias, atacados por culebras ponzoñosas,
envenenados por enemigos de quienes queremos conservar el ambiente para
generaciones futuras; uno se extravió y mi perra alfa se enfermó, tuve que
sacrificarla; un cachorro murió de un ataque fulminante al corazón.
Tuve
un accidente en la montaña, tratando de evitar el exterminio de una piara de
báquiros, que tenía azotada las siembras de maíz de una colonia campesina
cercana y trató de penetrar a mi parcela, pisé en falso y rodé por una cuesta,
mi rodilla quedó afectada y perdí varias piezas dentales cuando mi rostro dio
en contra de una piedra, a los animalitos no los pude salvar (en estas montañas
alguien comió pernil en noche buena).
Hubo
separaciones de gente que quiero, que se marchó al extranjero, obligada por la
situación económica y social; mi situación laboral se vio seriamente
comprometida con el cierre de varias industrias y la mudanza de empresas a
otros países, que eran mis clientes, pero gracias a familiares, amigos y a unos
pocos mecenas anónimos, pude bandearme y llegar a este fin de año, vivo, con
veinte kilos menos de peso, pero con buena salud, dispuesto a vender caro mi
estilo de vida (soy un mal pobre, pero si alguna vez he tenido un buen estilo
de vida ha sido con recursos obtenidos honestamente), al igual que defiendo mis
libertades y mi país. Llegué al 31 de diciembre con más vitalidad que nunca, con
todos mis sentidos en alerta y, afortunadamente, un poquito más sabio que el
año pasado.
La
inflación, el desabastecimiento, la lluvia, el frío y la niebla no pudieron
aguar la fiesta que tenía para despedir este nefasto años 2017. A pesar de
todas las circunstancias y pésimos augurios para el 2018, celebré, bailé, reté
al destino y cené (tomando jugos y comiendo papilla de vegetales como los bebes
por lo de los dientes) con un brindis hecho con una taza caliente de chocolate
venezolano: Por un 2018 sin chavismo y por la reconstrucción de mi patria, para
hacer de ella un país civilizado y próspero.
Amanece
este primero de Enero con un diluvio, la carreta de acceso a mi casa parece el
sendero de Ho
Chi Minh, que unía
Vietnam y Camboya durante la ofensiva del Tet (me cuentan que hoy es una
carreta segura y asfaltada, con vistas panorámicas espectaculares en ese país
del sureste asiático, decidido a salir de su atraso integrándose a la
globalización); sólo vehículos de doble tracción y con un chofer experto en
rutas pantaneras, habría podido atravesarla.
No
soy amigo de la esperanza, la esperanza es un espejismo sólo para desesperados,
que saben de antemano que lo que desean, no se les va a cumplir. Soy, en
cambio, calculador, planificador y sistemático, puedo evaluar la realidad en
que vivo y adelantar algunas predicciones informadas… y lo que veo en Venezuela
es una situación insostenible para el chavismo y sus aliados extranjeros; no
hay manera de que este cuadro económico y social pueda prosperar sin que se
desarticule, de manera violenta, en los próximos días, y esto, muy a pesar de
la supuesta oposición política que nos representa, la mayoría, unos roedores
que se venden como demócratas y paladines de la libertad, pero que en el fondo
solo sacan sus cuentas de cómo y con qué quedan ellos en el reparto del botín.
Y
esto que afirmo, acerca del fin del chavismo no son puntadas, ni deseos al
boleo, allí están las estadísticas, los números, los eventos de calle, que
hablan de un peligroso descontento popular que va creciendo a medida que la
situación del país empeora.
La
férrea censura que el gobierno tiene sobre los medios de comunicación hace
imposible para los venezolanos, e incluso para el gobierno, darse cuenta de la
gravedad del asunto, las instituciones se encuentran tan disminuidas que ya la
gente se está haciendo justicia por su propia mano, mientras la única función
de los cuerpos de seguridad del estado es proteger a la cúpula del gobierno,
aislarlos del resto del país que clama por venganza ante la injusticia de una
clase política convertida en juez y verdugo de todo un país.
El
hambre y la rabia son aceleradores de la deflagración, la represión ya no contiene,
ni las promesas de los perniles para Noche Buena, ni la oferta de una moneda
virtual, ni los locos aumentos de sueldo decretados por el desespero de un
demente aferrado al poder, pueden contener el descontento generalizado.
Lo
peor de la situación es la insólita pasividad de los militares llamados
institucionales, que uno pensaría son gente responsable y consciente de su
propia sobrevivencia, ya no como garantes de principios y valores, sino de
personas de buen juicio que ante una disyuntiva de vida o muerte, prefieren
esperar a que todo el orden se derrumbe para ellos hacer su aparición.
Apenas
un puñado de oficiales están disfrutando del botín mal habido ha expensas de la
vida de millones de venezolanos, sin importarles si van a poder sostener su
grosero estilo de vida por mucho tiempo mas, enceguecidos por las pacas de
billetes que ya no les sirven ni para empapelar el baño, imposibilitados de
acumular divisas sin que se note el rastro de corrupción que dejan y que son
investigados y puestos en listas de criminales de las que nunca saldrán, pero
la gran mayoría de los militares, que padecen igual que uno, las penurias a que
nos obliga el chavismo-cubano, que se dan cuenta que sostener a este gobierno
de ineptos es un lujo que nadie se puede dar, no aparecen por ningún lado,
pareciera que prefieren el papel de jarrones chinos, grandes, pesados, inútiles
y que no pegan con nada.
Nicolás
Maduro y su régimen de traidores nos tienen a las puertas del infierno; la
mayor parte de nosotros ya tenemos el entrenamiento y la voluntad de seguir
siendo un pueblo libre, puesto a prueba en diversas circunstancias, y que nos
han dado las herramientas para encarar esta situación extrema que nos amenaza,
si hay alguien quien pueda salir vivos, aunque chamuscados, de esta historia de
horror, es el pueblo de Venezuela, que ha demostrado una extraordinaria
resilencia a través de su historia.
Lo
que le queda al chavismo es la huída cobarde y desordenada de unos buenos para
nada. El país amanecerá, en algún momento de este 2018, dispuesto a sacrificar
a los culpables de esta debacle, que jamás será olvidada y, mucho menos,
perdonada.
Mi
más sincero deseo es que en éste año nuevo, tengamos todos la oportunidad -
como dice el personaje V, del comic V de Venganza- de una dulce revancha, que
aunque no nos arregla la situación, por lo menos nos da una satisfacción. -
saulgodoy@gmail.com
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