Mi
opinión personal sobre el psicoanálisis es que se trata de una creación
literaria, de un gran relato, que tuvo en Freud, su gran creador y con el que
explicaba la vida interior de las personas, ese discurrir del pensamiento que
se producía justo en las fronteras de la percepción, la imaginación y el
proceso interno de análisis de cada uno de nosotros, casi que podríamos decir,
donde nace el mundo, allí es donde se ubica esta narrativa sobre el
inconsciente, la histeria, las frustraciones del deseo sexual y las psicosis,
entre otras parcelas descritas por los analistas de diván.
He
llegado a esta conclusión visto el enorme desarrollo de la neurobiología, los
estudios sobre el funcionamiento del cerebro, las teorías sobre la conciencia y
el espectacular avance que ha sostenido la teoría literaria, que aún sin
resolver los principales misterios sobre la naturaleza de la realidad, nos da
herramientas para pensar sin necesidad de recurrir al psicoanálisis, el cual, a
estas alturas, luce primitivo y tosco.
Con
esta opinión no estoy desmeritando la profesión del psiquiatra y menos la del
psicoanálisis como explicación de nuestra naturaleza humana, el simple hecho de
que a pesar de todos estos avances de la neurociencia, entendiendo como trabaja
nuestros sistema nervioso y como nos relacionamos con el mundo, todavía el
psicoanálisis se anota grandes éxitos en la cura de las principales
enfermedades mentales en occidente, y eso no es poca cosa.
A
pesar de los avances mencionados la farmacología, la cirugía, los estímulos
artificiales producidos por implantes de nanoreguladores de la actividad
eléctrica o de alguna encima basal, no han sido suficientes para curar o
aliviar algunas de las dolencias del alma y el afecto, que todavía aquejan a
una parte de la humanidad, principalmente producidos por los desfases, cada vez
más comunes, entre nuestras capacidades de adaptación y los entornos que
producen la modernidad.
Tengo
la idea de que el psicoanálisis lo que hace es darle palabras y articulación a
un metarelato, donde el paciente puede elaborar con cierta coherencia su propia
historia, y de esta manera, una vez aceptado esta “atmosfera virtual” producto
del lenguaje, el analista, manipulando ciertas palabras y partes del relato del
paciente, le da orden, arregla, prioriza, descubre y limpia las impurezas que
afectan la narrativa del paciente, haciéndole comprender una versión de su
historia que puede manejar y vivir con ella, “metáfora subliminal” o “fabula
neurológica”- les decía Jacques Derrida.
La
más fascinante de mi hipótesis, es que de acuerdo a todos los descubrimientos e
investigaciones, la actividad interna de las personas, su pensamiento, sus
ideas, afectos, explicaciones, fantasías y el caos en que a veces se convierte
la conciencia, están conformadas, en todo momento, por palabras.
Esto
no es nada original, lo sabía Freud, lo estudió a profundidad Lacan, lo
elaboraron fuera de psiquiatría filósofos como Derrida y Rorty, críticos como
de Man y Zizêk, todos concluyeron que no hay pensamiento sin palabras o para
ser más contundente- a la manera de Wittgenstein- lo que no se puede decir, no
existe.
Pero
aún con los elementos puestos sobre la mesa, el juego del psicoanálisis puede
complicarse de manera insólita, Freud recurría al intercambio verbal con el
paciente para en una primera instancia escuchar su narrativa, esa narrativa
había que “leerla”, interpretarla, descubrir las sub tramas ocultas, los giros
extraños que pudieran indicar una puerta cerrada, los misterios y
ocultamientos, esa lectura era producto tanto del paciente como del analista,
no hay otra manera, todas las lecturas implican dos partes mínimo, el autor y
el lector, y el resultado de la lectura es siempre diferente de lo que se
propuso el autor, el lector siempre agrega algo.
Y es
en esta lectura de la narración del paciente que interviene la retórica, una de
las artes de la expresión hablada, del buen decir y razonar con ánimos de
convencer, con la que inevitablemente tanto pacientes como tratantes expresan
sus ideas, la retórica ha evolucionado enormemente y ahora cuenta con una caja
de herramientas de indudable valor, entre las que se encuentra la
transferencia.
Al contrario
de los que su nombre pudiera implicar, la transferencia en semiótica,
lingüística, retórica, psicoanálisis y teoría crítica, no es trasladar
significado o valor de un sitio a otro, en nuestro caso de una palabra a otra,
de un tropos a otro, o de una estructura a otra, es un poco más complicado, en
el acto de “leer ”el discurso del paciente Lacan nos dice que en el análisis
final de lo que se dice, siempre hay otros significados diferentes a lo que se
habla, esto, producto de la retórica que una de sus funciones es precisamente
adornar, embellecer o en su defecto, distraer la atención sobre el asunto que
se quiere expresar.
El
lenguaje para Lacan tiene vida propia y hace cosas que afectan la emotividad de
las personas que lo usan, a veces el paciente reacciona ante su impotencia en
saber lo que pudiera estar diciendo sin poderlo controlar, entonces recurre a
la retórica para hacer imposible una lectura clara por parte del analista,
Lacan estaba convencido que el inconsciente está estructurado como el lenguaje,
y mientras el paciente narra su historia y el analista la lee, hay momentos en
que ya no habla el paciente consciente, sino su inconsciente.
Hay
unos momentos en la narración de los pacientes en que ocurren ciertos
desplazamientos de significados, sobre todo cuando utilizan la retórica, se
trata de una especie de resbalón, de diferencia, entre lo que enuncian y lo que
quieren decir, un lector entrenado pueden identificar al inconsciente hablando,
y es justo en ese momento de la lectura que ocurre la transferencia.
Shoshana
Felman, una estudiosa de la teoría crítica, alumna de Paul de Man, es de la
opinión que la transferencia ocurre de manera continua en los textos
literarios, de hecho nos dice Felman: “…entramos
en un texto literario solo por transferencia, atraídos por los trucos de la
retórica… La transferencia en los textos, tal y como es la retórica en los
textos de de Man, son una interminable cadena de desplazamientos retóricos que
no permiten que el significado se fosilice, aún así la transferencia en el
lector dan una ilusión de estabilidad.”
La
doctora en lingüística húngara Somogyi Gyula, nos relata cómo fueron Josef
Breuer y Sigmund Freud los primeros en utilizar el término transferencia (übertragung) luego de sus Estudios sobre la histeria (1895) para
referirse a ciertas “falsas conexiones”, al principio trataron de corregir
estas incongruencias adaptándolas al verdadero objeto del deseo de las
pacientes, creyeron que se trataba de una especie de saboteo a las sesiones,
pero luego cayeron en cuenta de lo crucial que eran para la lectura de sus
narrativas, era el inconsciente manifestándose.
Freud
llegó a decir en su obra La
interpretación de los sueños (1900) que la transferencia ocurre cuando un
concepto del inconsciente entra en el preconsciente por medio de otro vehículo
de la cotidianeidad del paciente, un “residuo del día a día” le decía Freud,
pero con la misma carga energética, y ya no era el inconsciente tratando de
ocultarse o pasando inadvertido, era el inconsciente pidiendo a gritos su
derecho a expresarse.
Para
Feldman hay dos momentos de la transferencia, la primera ocurre cuando se usa
la retórica, es parte de su mecanismo, la segunda en la lectura, como un efecto
secundario, de todo este complicado asunto que espero haber explicado con
suficiente claridad, me interesa lo que sucede cuando leemos literatura, sobre
todo cuando leyendo una obra, nos hacemos la pregunta de cuál es la estrategia
literaria del autor en su texto.
Esta
discusión que aparentemente no tendrá sentido para algunos lectores, es vital
para la comprensión de la poesía tal como Harold Bloom la ha estudiado,
contrastada con elementos de análisis freudianos como la represión (sobre todo
durante el período romántico), o descubriendo transferencias en su concienzudo
estudio La ansiedad de la influencia
(1973) donde nos descubre el temor de los poetas modernos en descubrir sus
influencias de los clásicos y como con el uso de tropos y otras figuras,
intentan ocultarlo.
Pero
también he encontrado que para el análisis político la trasferencia es
importante, cuando el politólogo enfrenta el texto del discurso la descubre
casi de inmediato, y esto porque la retórica es casi una obligación en el
discurso político, y en el discurso chavista, los desplazamientos, las
transferencias, son a montones, como una tormenta, al punto que vuelven el
discurso incoherente, pero descubre uno con horror que el inconsciente
colectivo del chavismo es un mundo de perversiones y psicosis, para
el que lo quiera experimentar lea alguno de los discursos de Chávez o Maduro y
se dará cuenta que efectivamente hay una oscuridad malsana en sus almas.
Para quienes
quieran practicar el análisis crítico en un texto literario, la doctora Somogyi
Gyula nos propone leer el cuento de Edgar Allan Poe, El hombre en la multitud, una de sus textos menos conocidos, el
relato de Melville, Baterfly, que es
una de sus obras maestras, aparte de Moby
Dick, y ese ladrillo que mucha gente trata de evitar, de Torcatto Tasso, La Jerusalén Liberada, para enseñarnos
cómo funciona la transferencia; ya me leí los dos primeros, voy por el
ladrillo, y luego les cuento. - saulgodoy@gmail.com
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