viernes, 22 de diciembre de 2017

Psicoanálisis, retórica y el problema de la transferencia


Mi opinión personal sobre el psicoanálisis es que se trata de una creación literaria, de un gran relato, que tuvo en Freud, su gran creador y con el que explicaba la vida interior de las personas, ese discurrir del pensamiento que se producía justo en las fronteras de la percepción, la imaginación y el proceso interno de análisis de cada uno de nosotros, casi que podríamos decir, donde nace el mundo, allí es donde se ubica esta narrativa sobre el inconsciente, la histeria, las frustraciones del deseo sexual y las psicosis, entre otras parcelas descritas por los analistas de diván.
He llegado a esta conclusión visto el enorme desarrollo de la neurobiología, los estudios sobre el funcionamiento del cerebro, las teorías sobre la conciencia y el espectacular avance que ha sostenido la teoría literaria, que aún sin resolver los principales misterios sobre la naturaleza de la realidad, nos da herramientas para pensar sin necesidad de recurrir al psicoanálisis, el cual, a estas alturas, luce primitivo y tosco.
Con esta opinión no estoy desmeritando la profesión del psiquiatra y menos la del psicoanálisis como explicación de nuestra naturaleza humana, el simple hecho de que a pesar de todos estos avances de la neurociencia, entendiendo como trabaja nuestros sistema nervioso y como nos relacionamos con el mundo, todavía el psicoanálisis se anota grandes éxitos en la cura de las principales enfermedades mentales en occidente, y eso no es poca cosa.
A pesar de los avances mencionados la farmacología, la cirugía, los estímulos artificiales producidos por implantes de nanoreguladores de la actividad eléctrica o de alguna encima basal, no han sido suficientes para curar o aliviar algunas de las dolencias del alma y el afecto, que todavía aquejan a una parte de la humanidad, principalmente producidos por los desfases, cada vez más comunes, entre nuestras capacidades de adaptación y los entornos que producen la modernidad.
Tengo la idea de que el psicoanálisis lo que hace es darle palabras y articulación a un metarelato, donde el paciente puede elaborar con cierta coherencia su propia historia, y de esta manera, una vez aceptado esta “atmosfera virtual” producto del lenguaje, el analista, manipulando ciertas palabras y partes del relato del paciente, le da orden, arregla, prioriza, descubre y limpia las impurezas que afectan la narrativa del paciente, haciéndole comprender una versión de su historia que puede manejar y vivir con ella, “metáfora subliminal” o “fabula neurológica”- les decía Jacques Derrida.
La más fascinante de mi hipótesis, es que de acuerdo a todos los descubrimientos e investigaciones, la actividad interna de las personas, su pensamiento, sus ideas, afectos, explicaciones, fantasías y el caos en que a veces se convierte la conciencia, están conformadas, en todo momento, por palabras.
Esto no es nada original, lo sabía Freud, lo estudió a profundidad Lacan, lo elaboraron fuera de psiquiatría filósofos como Derrida y Rorty, críticos como de Man y Zizêk, todos concluyeron que no hay pensamiento sin palabras o para ser más contundente- a la manera de Wittgenstein- lo que no se puede decir, no existe.
Pero aún con los elementos puestos sobre la mesa, el juego del psicoanálisis puede complicarse de manera insólita, Freud recurría al intercambio verbal con el paciente para en una primera instancia escuchar su narrativa, esa narrativa había que “leerla”, interpretarla, descubrir las sub tramas ocultas, los giros extraños que pudieran indicar una puerta cerrada, los misterios y ocultamientos, esa lectura era producto tanto del paciente como del analista, no hay otra manera, todas las lecturas implican dos partes mínimo, el autor y el lector, y el resultado de la lectura es siempre diferente de lo que se propuso el autor, el lector siempre agrega algo.
Y es en esta lectura de la narración del paciente que interviene la retórica, una de las artes de la expresión hablada, del buen decir y razonar con ánimos de convencer, con la que inevitablemente tanto pacientes como tratantes expresan sus ideas, la retórica ha evolucionado enormemente y ahora cuenta con una caja de herramientas de indudable valor, entre las que se encuentra la transferencia.
Al contrario de los que su nombre pudiera implicar, la transferencia en semiótica, lingüística, retórica, psicoanálisis y teoría crítica, no es trasladar significado o valor de un sitio a otro, en nuestro caso de una palabra a otra, de un tropos a otro, o de una estructura a otra, es un poco más complicado, en el acto de “leer ”el discurso del paciente Lacan nos dice que en el análisis final de lo que se dice, siempre hay otros significados diferentes a lo que se habla, esto, producto de la retórica que una de sus funciones es precisamente adornar, embellecer o en su defecto, distraer la atención sobre el asunto que se quiere expresar.
El lenguaje para Lacan tiene vida propia y hace cosas que afectan la emotividad de las personas que lo usan, a veces el paciente reacciona ante su impotencia en saber lo que pudiera estar diciendo sin poderlo controlar, entonces recurre a la retórica para hacer imposible una lectura clara por parte del analista, Lacan estaba convencido que el inconsciente está estructurado como el lenguaje, y mientras el paciente narra su historia y el analista la lee, hay momentos en que ya no habla el paciente consciente, sino su inconsciente.
Hay unos momentos en la narración de los pacientes en que ocurren ciertos desplazamientos de significados, sobre todo cuando utilizan la retórica, se trata de una especie de resbalón, de diferencia, entre lo que enuncian y lo que quieren decir, un lector entrenado pueden identificar al inconsciente hablando, y es justo en ese momento de la lectura que ocurre la transferencia.
Shoshana Felman, una estudiosa de la teoría crítica, alumna de Paul de Man, es de la opinión que la transferencia ocurre de manera continua en los textos literarios, de hecho nos dice Felman: “…entramos en un texto literario solo por transferencia, atraídos por los trucos de la retórica… La transferencia en los textos, tal y como es la retórica en los textos de de Man, son una interminable cadena de desplazamientos retóricos que no permiten que el significado se fosilice, aún así la transferencia en el lector dan una ilusión de estabilidad.”
La doctora en lingüística húngara Somogyi Gyula, nos relata cómo fueron Josef Breuer y Sigmund Freud los primeros en utilizar el término transferencia (übertragung) luego de sus Estudios sobre la histeria (1895) para referirse a ciertas “falsas conexiones”, al principio trataron de corregir estas incongruencias adaptándolas al verdadero objeto del deseo de las pacientes, creyeron que se trataba de una especie de saboteo a las sesiones, pero luego cayeron en cuenta de lo crucial que eran para la lectura de sus narrativas, era el inconsciente manifestándose.
Freud llegó a decir en su obra La interpretación de los sueños (1900) que la transferencia ocurre cuando un concepto del inconsciente entra en el preconsciente por medio de otro vehículo de la cotidianeidad del paciente, un “residuo del día a día” le decía Freud, pero con la misma carga energética, y ya no era el inconsciente tratando de ocultarse o pasando inadvertido, era el inconsciente pidiendo a gritos su derecho a expresarse.
Para Feldman hay dos momentos de la transferencia, la primera ocurre cuando se usa la retórica, es parte de su mecanismo, la segunda en la lectura, como un efecto secundario, de todo este complicado asunto que espero haber explicado con suficiente claridad, me interesa lo que sucede cuando leemos literatura, sobre todo cuando leyendo una obra, nos hacemos la pregunta de cuál es la estrategia literaria del autor en su texto.
Esta discusión que aparentemente no tendrá sentido para algunos lectores, es vital para la comprensión de la poesía tal como Harold Bloom la ha estudiado, contrastada con elementos de análisis freudianos como la represión (sobre todo durante el período romántico), o descubriendo transferencias en su concienzudo estudio La ansiedad de la influencia (1973) donde nos descubre el temor de los poetas modernos en descubrir sus influencias de los clásicos y como con el uso de tropos y otras figuras, intentan ocultarlo.
Pero también he encontrado que para el análisis político la trasferencia es importante, cuando el politólogo enfrenta el texto del discurso la descubre casi de inmediato, y esto porque la retórica es casi una obligación en el discurso político, y en el discurso chavista, los desplazamientos, las transferencias, son a montones, como una tormenta, al punto que vuelven el discurso incoherente, pero descubre uno con horror que el inconsciente colectivo del chavismo es un mundo de perversiones y psicosis, para el que lo quiera experimentar lea alguno de los discursos de Chávez o Maduro y se dará cuenta que efectivamente hay una oscuridad malsana en sus almas.
Para quienes quieran practicar el análisis crítico en un texto literario, la doctora Somogyi Gyula nos propone leer el cuento de Edgar Allan Poe, El hombre en la multitud, una de sus textos menos conocidos, el relato de Melville, Baterfly, que es una de sus obras maestras, aparte de Moby Dick, y ese ladrillo que mucha gente trata de evitar, de Torcatto Tasso, La Jerusalén Liberada, para enseñarnos cómo funciona la transferencia; ya me leí los dos primeros, voy por el ladrillo, y luego les cuento.  -  saulgodoy@gmail.com





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