He
estado atendiendo algunos asuntos de orden existenciales en mi vida en
Venezuela, como la falta de agua, de energía eléctrica, la falta de efectivo y
el racionamiento de dinero de los bancos, la crisis de transporte que se nos
viene encima… para la gran mayoría de los venezolanos estos son años de
carencias y de ingenio, de oportunidades y derrotas, el país ha sido incapaz de
detener las causas de nuestras desgracias, principalmente de cambiar al régimen
corrupto e ineficiente de Nicolás Maduro, que dice estar gobernándonos, lo más
que se le ha ocurrido a la oposición política es mal cohabitar con él,
involucrándose en unas elecciones amañadas, para satisfacer a unos pocos egos
dentro de los partidos políticos supuestamente democráticos.
Pero
también han sido días de encuentros con amigos que regresan al país de visita,
a constatar que las cosas son tan graves como las noticias que reciben, y para
asegurarse que sus familiares, amigos y propiedades están a buen resguardo.
Tuve
una agradable velada con K., quien se la pasa viajando y haciendo negocios por
el mundo, es el responsable de una fortuna familiar, dinero viejo producido por
varias generaciones de emprendedores exitosos, tiene los medios para sostener
varias residencias en diversas capitales donde maneja sus inversiones, y me
entero, que se ha tomado muy en serio su rol de coleccionista de arte.
Con
una extraordinaria botella de Malbec, un vino argentino joven y robusto,
estuvimos hablando de libros y arte, me enseñó las fotos de sus últimas
adquisiciones, dos cuadros italianos de arte contemporáneo, muy bellos, de
artistas reconocidos con exposiciones recientes en importantes galerías
europeas, y un pintor venezolano que llamaremos M., ganador de los más
importantes premios nacionales de pintura, con una larga y brillante carrera,
con un estilo inscrito en el expresionismo geométrico.
-En
otra vida he debido ser ingeniero- me dijo mi amigo mirando los coloridos
volúmenes del cuadro de M, en su Notebook- me encantan los volúmenes y la
perspectiva… este pintor en particular le iba muy bien en su trayectoria
artística, hasta que decidió apoyar a Chávez… a partir de ese momento su fama y
su obra se vinieron en picada, me están ofreciendo este cuadro en particular
por un buen precio… y estoy seguro que más adelante, cuando esta pesadilla chavista
la hayamos olvidado, a M volverán a reconocerlo como un gran pintor y su obra
será de nuevo valorada… ¿Te gusta?
La
verdad es, que a lo que me dijo que había apoyado a Chávez se me trancó el
juicio estético, fue como si hubieran arrojado una llave inglesa en los
engranajes de mi proceso mental y el mecanismo se hubiera atascado, mi
valoración fue negativa, pero me quedó la escena en la cabeza y por varios días
estuve pensando al respecto, y cuando me atormentan las ideas lo que hago es
leer, investigar, buscar otras opiniones.
El
problema que tenía M, lo tienen un sin número de artistas venezolanos que
decidieron por una infinidad de razones unirse a la comparsa chavista, sobre
todo músicos, quienes sin duda tienen sus méritos como artistas, intérpretes,
conductores, pero al ligarse al proceso de destrucción del país y convertirse
en parte de la imagen del régimen, sin duda quedaron manchados, y el
favoritismo del público por sus obras sufrieron el rechazo por la ideología
totalitaria a la que se entregaron, y si a ellos no les importó y corrieron el
riesgo ¿Por qué me iba a importar a mí?
Pero
el asunto de mi opinión estética influenciada por una política, no me dejaba en
paz, hasta que leí un interesante artículo del crítico de arte canadiense radicado
en Berlín, Don Ritter, La ética de la
estética (2008), Ritter dice que la meta fundamental de la estética es
responder a la pregunta ¿Qué es Arte? Para luego enfrentar la otra interrogante
fundamental ¿Qué es buen arte?, partiendo de la obra de ese otro gran teórico
del arte George Dikie que en su trabajo La
Teoría del Arte Institucional (1974) propuso: “Las obras de arte son arte que resulta de la posición o lugar que
ocupan dentro de la práctica establecida, en el mundo del arte.”
Léanlo
de nuevo, pues parece una perogrullada pero no lo es, de acuerdo a Dikie son los
curadores, galerías y museos que exhiben y venden los trabajos profesionales
los responsables de determinar que es arte y que no, dice Ritter: “Una pieza será reconocida como un trabajo
de arte en la medida que la misma sea capaz de promover el mundo del arte,
proveyéndolo con más prestigio, poder o lo que sea el mundo del arte considere
valioso”.
Y voilá, se hizo la luz, allí estaba la
respuesta a mi dilema, no era yo ni mi criterio, M se había desvalorado por su
posición política ante un mundo del arte que consideraba dañino su asociación
con el chavismo, los curadores, galeristas y museos serios y de prestigio,
consideraban un valor negativo la asociación de M con un régimen violador de
Derechos Humanos, y por lo tanto perdió su respaldo, lo que a su vez afectó su
posición como artista.
Ahora,
lo que afirmaba mi amigo sobre dejar que el tiempo se encargara de emendar el
error de criterio del artista, y que su obra se defendiera sola en la
posteridad, era una posibilidad, una apuesta, algunas obras eran reconsideradas
luego de desaparecidos sus creadores y revaluadas por sus méritos, fue el caso
del escritor Ezra Pound, del crítico de arte de Man, del filósofo Heidegger,
entre otros.
Pero
vamos a adentrarnos un poco en el proceso de hacer un juicio estético, es
importante saber cómo valoramos lo que nos importa y nos mueve, un trabajo de
arte consiste en una colección de características llamados rasgos estéticos que
influyen en la persona para que guste o no de una pieza sea esta un cuadro, un
ballet, una novela o un montaje multimedia.
La
intensidad del sonido, la degradación de colores, el movimiento sincopado o la
cadencia de las palabras, son todos rasgos estéticos de una obra de arte, son parte
integral de su composición que influenciará nuestro juicio estético, nos dice
Ritter al respecto:
Las cualidades específicas que una
persona asocia con un buen trabajo de arte está determinado por la perspectiva
estética de esa persona, que no es otra cosa que una colección de criterios
idiosincráticos que definen cuáles son esos rasgos estéticos que deben estar
presentes en una obra para ser considerada buena… usando este modelo, las
divergencias en los rasgos y valores estéticos aplicados a una obra son el
resultado de usar diferentes perspectivas estéticas. Un juicio estético es la
decisión hecha por un individuo del valor estético y la cualidad de la obra de
arte, y se expresa en comentarios positivos acerca del trabajo o esforzándose
por re-experimentarlo. Los juicios estéticos son creados con la realización o
no, de criterios que existen en la perspectiva estética de esa persona y estos
juicios no siempre incrementan el valor estético de una pieza.
Es decir, mi opinión o la de K sobre la obra de M,
no afecta en nada su valor estético y puede ser que mi perspectiva estética sea
de menor calidad y sofisticación que la de K, no importa, es aleatorio y
depende de los gustos y educación de cada quien, puede ser que yo le dé más
valor a la belleza del cuadro que a la composición y distribución de sus elementos,
todos hacemos nuestros juicios estéticos frente a una obra de arte con las
herramientas que poseemos, en este punto Ritter nos aclara: “Una persona que tiene conocimientos sobre
mitología antigua puede que prefiera los trabajos que traten las deidades griegas
sobre las romanas, pero una persona sin ese conocimiento es incapaz de
distinguir diferencia alguna entre los dioses griegos y romanos”.
El conocimiento es una parte esencial de los juicios
estéticos, mientras más informados sean estos, el resultado será mucho más
rico, aunque es la satisfacción, el placer que la obra produzca en el
observador lo que finalmente inclinará la balanza, es de hacer notar que los
criterios estéticos pudieran estar equivocados, partir de apreciaciones falsas
o poco precisas.
Una persona puede creer en la complejidad sobre la
simpleza y aplicar ese criterio a sus observaciones, pero para no caer en el
error debe manejar un cúmulo de información que apoyen esa creencia, pero
obtener información sobre cualquier tópico consume mucho tiempo, es una tarea
difícil o puede ser muy costosa, es por ello que la mayoría de nosotros recurre
a las entidades sociales encargadas de las diversas actividades humanas, pueden
ser instituciones como las universidades, los museos, los coleccionistas, los
galeristas, los críticos de arte quienes han hecho de estos estudios sus áreas
de experticia.
Estas entidades trabajan retroalimentándose de su
entorno, nuestro juicio estético es importante para estas instituciones pues
apoyan su labor, si nos gusta y apoyamos el arte que exhibe una galería, por
ejemplo, en realidad lo que hacemos es fortalecer su línea de obras y artistas,
asistiendo a sus exposiciones, llevando a nuestros amigos o adquiriendo una
obra, lo que hacemos es destacar la popularidad y apoyar financieramente a
estas instituciones.
Un crítico de arte con un “buen ojo” para cierto
estilo o movimiento, sea este nuevo con arriesgadas propuestas y técnicas, si
logra explicarlas adecuadamente, si publica sus opiniones y anima al público a
contemplarlas, igualmente, cada vez que nuestro juicio estético se alinea con
su visión y argumentación le damos poder, poder para decidir quién y que,
sobrevive con éxito en ese particular nicho cultural, de esta manera a medida
que su público sea amplio y sus opiniones respetadas, estaremos pendientes de
sus criterios para complementar el nuestro.
Y es interesante, porque Ritter menciona y explica
someramente lo parecido que son los juicios estéticos de los juicios éticos,
trabajan sobre los mismos modelos unos buscando la belleza, los otros el bien,
por ello no fue extraño que de pronto, al escuchar que M se había manifestado a
favor del chavismo y lo apoyara públicamente, se mesclara con tanta facilidad
esa nota política en mi juicio estético y se hiciera parte de mi impresión, que
no fue un fenómeno aislado, el hecho de que mi amigo K me mencionara, que la
obra de M se había venido a menos por su aproximación a esta corriente
política, implica que los entes culturales habían procesado esta relación como
negativa, y de una manera muy real, afectando su precio y sus méritos ante el
público, lo que demuestra, que los valores estéticos de una obra no son
suficientes para obtener el reconocimiento del llamado mundo del arte. -
saulgodoy@gmail.com
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