Desde
los albores de la humanidad, la violencia y la opresión han estado presentes en
las relaciones entre los hombres, y la única forma que tenían las sociedades de
defenderse, ante las pretensiones de dominio del otro, fue a través de la lucha
armada, de allí que las guerras sean uno de los atributos que distinguen la
historia de la humanidad; de hecho, por su naturaleza definitoria, la guerra sólo
tiene la posibilidad de tener un vencido y un vencedor (aunque se alegue
empates, victorias pírricas, mutua destrucción y otras especies exóticas de
resultados bélicos), predominará la voluntad del ganador, no importa quien sea,
el opresor o el oprimido.
Eso
no ha cambiado un ápice desde que nos arrojábamos piedras para defendernos y,
más tarde, flechas y lanzas; por más
cultura que hayamos acumulado bajo el puente, por más civilización y derecho
que hayamos podido desarrollar a través del tiempo, la receta permanece única,
cuando el agresor se pone “bruto” no hay otra manera de restituir la paz que
darle un buen “(es)tate quieto”, es decir, dejarlo “sembrado” en el sitio (esta
expresión es típica de los penales penitenciarios venezolanos y la uso en
beneficio de nuestros lectores chavistas que, por lo general, disponen de un
vocabulario bastante limitado)… y que la sociedad continúe con sus asuntos
siempre, a la espera y preparada hasta que aparezca el nuevo agresor.
Aquellos
pueblos que, por alguna razón, les era imposible defenderse, sea porque su
naturaleza era esencialmente pacífica o por simple cobardía, buscaban aliados
que fueran fuertes y los defendieran de los agresores; este servicio de defensa
tenía un costo, a veces eran riquezas materiales, tributos (cosechas, esclavos,
mujeres, territorios), otras veces eran pactos de sumisión o arreglos de
dependencia, que muchas veces terminaban en anexiones, y esos pueblos eran
absorbidos por otros más fuertes y capaces.
El
asunto, es que surgieron en el mundo unas relaciones de seguridad y defensa que
buscaban mantener un equilibrio, evitar tensiones entre pueblos que pudieran
generar conflictos armados y, si surgían, poder tenerlos bajo control… y lo más
importante, ganarlos.
En
este ambiente de conflicto permanente, de agresiones y arrebatos, de pillaje y
destrucción, surgió una ley que, desde que fue enunciada, ha sido probada mil y
un veces como verdad, y es que siempre hay alguien más violento y rudo que
quien se proclama amo de una situación; no hay ninguna seguridad para los
ejércitos más poderosos o los líderes más sanguinarios, en algún momento
aparece en escena una fuerza superior e implacable, que le pone fin a las
aspiraciones de dominio de quien se cree dueño del patio.
Esto
es una ley que se cumple a nivel personal entre guapetones de barrios, en
bandas armadas, en estados con sus ejércitos y en coaliciones de gobiernos con
enorme capacidad bélica… lo que generalmente sucede es que el jefe de una montonera
se crece con las victorias y, si es pendenciero y orgulloso, se ciega con los
triunfos y se cree invencible, los Generales y Almirantes se hacen más
arriesgados con cada derrota que les propinan a sus enemigos, sus ambiciones de
poder crecen y no se dan cuenta que mientras más batallas ganan se hacen más
notorios y se convierten en un bocado apetecible para los predadores que están
por encima en la cadena alimenticia… siempre hay uno, a veces también vienen de
abajo, con un hambre infinita y los devoran.
En la
historia de los pistoleros más rápidos del oeste norteamericano, esta ley
funcionaba de manera inexorable, el tirador más rápido y certero atraía, como
si fuera un imán, a los prospectos de duelistas, que estaban dispuestos a poner
sus vidas en la balanza por una oportunidad de convertirse en el más rápido; la
historia demuestra que siempre había uno más capaz y habilidoso en el oficio de
mandar al otro mundo al que, se decía, podía desenfundar su revólver en una
exhalación.
Lo
que quieren hacer ver en Venezuela es algo que niega toda esa experiencia
acumulada, todas esas lecciones de la historia, como si se tratara de una
provocación del aparato de inteligencia del estado cubano, ponen a Nicolás
Maduro a tentar a los poderes del área, a tenderles una supuesta trampa, a ver
si caen, para luego proceder a hacerse las víctimas y hacer del tema de la
agresión un instrumento de propaganda, con el fin de destacar la violencia del
Imperio contra unos países débiles, pequeños y supuestamente democráticos. La
cosa se pasa de lo absurdo.
Nicolás
Maduro es el típico “malandro” (en venezolano, persona de hábitos criminales y
mal vivir, por lo general de carácter violento y temerario) actuando en su rol
típicamente socialista, de decir lo que no hace, y hacer lo que no dice, es
decir, mentir, utilizando esa neo-lengua que emplean para tratar de confundir a
sus espectadores (como exhibicionistas compulsivos que son) y quedar como los
justos, víctimas de las circunstancias y mártires de la revolución.
Un “malandro”
que se entretiene ejerciendo la violencia gratuita y en masa contra sus
adversarios, los cuales, cosa curiosa, son todos unos pacifistas militantes,
creyentes en la no violencia y la constitución, gente desarmada y que cree ciegamente
en la negociación y el diálogo, en su mayoría, personas muy jóvenes, los
prefiere estudiantes y, si son mujeres, mejor, personas de la tercera edad y
empresarios exitosos.
Su
fama de carnicero y de persona de poca moral (aunque se la pasa alegando que
todo lo que hace lo hace “por amor”) ya ha recorrido el planeta entero, y es
reconocido como un monstruo que debe ser detenido en su práctica de asesinar y
torturar inocentes; por mantener al pueblo de Venezuela en un estado de inopia
y miseria, en el cual se solaza, conociendo de la muerte y sufrimiento de miles
de niños por hambre y desahucio de enfermedades tratables; por exterminar
etnias indígenas, a merced de epidemias contagiosas que los borran de sus
territorios, para así hacerse con las riquezas minerales que allí yacen; por burlarse
de la comunidad internacional, retándola y tratando de confundirla con su
triste disfraz de demócrata, perteneciente a esa logia conocida como Socialismo
del Siglo XXI, del cual son miembros los socialistas del partido PODEMOS de
España, dedicados en este momento a impulsar el caos y la violencia social en
Europa.
Pero
el problema principal no es Nicolás Maduro, que detenta el dudoso honor de ser el
primer jefe de un estado narcotraficante en la historia de la modernidad, el
problema real se encuentra en La Habana, en un régimen oprobioso y violador de
los Derechos Humanos, enemigo de la democracia y las libertades individuales,
proveedor internacional de una ideología de la muerte, que atenta contra las
economías productivas del mundo, escudándose detrás de argumentaciones comunistas
y cristianas; el problema, luego de 60 años de labores ininterrumpidas y con la
complicidad de muchos factores de poder, entre ellos el Partido Demócrata de
los EEUU, el Vaticano, en la figura del Papa Francisco, algunas dependencias de
la ONU que han sido infiltradas, como la UNESCO , la FAO y el Panel Intergubernamental en Cambio Climático
(IPCC, siglas en inglés), el gobierno de Rusia, de China, de Irán, de Siria, de
Palestina, de Corea del Norte, del gobierno del Presidente Santos de Colombia,
de los gobiernos de Panamá que ha prestado sus facilidades financieras y
comerciales para hacer un lavado de dinero provenientes del narcotráfico y la
corrupción a gran escala, las organizaciones de la extrema izquierda de Europa,
Asia y África.
El
gobierno de Raúl Castro ha extendido los tentáculos de su peligroso aparato de
inteligencia desde una posición de minusvalía, invocando que, por ser Cuba un
país del Tercer Mundo, una isla aislada de los principales centros financieros
del mundo se ha convertido, poco a poco y sin descanso, en la meca y templo de
la revolución social para el nuevo milenio, como principal enemigo del
capitalismo mundial (globalización) y convertido en el centro cultural del
pensamiento de la izquierda latinoamericana; Cuba ha sido financiada por los
enemigos de los EEUU para que siembre la semilla de la nueva revolución social
en el seno de los países más avanzados del orbe, aprovechándose de todo el
material residual de las políticas neoliberales y de los estados mercados que,
lamentablemente, aún no han sido propiamente atendidos ni corregidos, de allí
que el Socialismo del Siglo XXI se alimente especialmente del racismo, de la
lucha de clases, de la discriminación hacia la mujer y otras minorías, de las
fobias étnicas y religiosas, de la pobreza, de los nacionalismos trasnochados,
de las diferencias culturales y sexuales…
Gracias
a su éxito en Venezuela y al apoyo de Hugo Chávez y, ahora, de Nicolás Maduro,
Cuba disfrutó, por largos 18 años, de uno de los financiamientos más determinantes
que se hayan dado a la causa socialista en su historia; esos millardos de
dólares provenientes del petróleo fueron utilizados no sólo para financiar
campañas políticas de socios y adeptos a la causa, sino que construyeron
enormes aparatos de información y lobby en las principales capitales del mundo,
siendo Washington la actual sede de uno de los nidos de escorpiones del
Socialismo del Siglo XXI más importantes del mundo.
Los
socialistas norteamericanos, en figuras de poder como los Clinton, los Obama,
los Kennedy y otras familias que controlan dicho partido, no dudaron un segundo
en prestar sus nombres y prestigio acumulado, para promover por medio de una
inmensa red de firmas de abogados, consultores, relacionistas públicos,
financistas, dueños de medios de comunicación, a ideologías tan corrosivas como
el castrocomunismo, el chavismo, el peronismo, la filosofía de la liberación,
el sandinismo en Centroamérica, apoyaron el resentimiento y la venganza que hay
detrás de organizaciones como los Sin Tierra, Las Madres de la Plaza de Mayo,
los descamisados, el movimiento de reforma agraria armada de Chiapas en México,
los cocaleros en Bolivia y otros grupos radicales de la izquierda.
Han
creado y permitido que Cuba haya establecido una importante cabeza de playa en
la capital del Imperio Norteamericano, principalmente compuesta por la élite
intelectual de muchas prestigiosas universidades y organizaciones militantes de
la diversidad sexual, agentes de esa corriente “progresista” que hoy pretende
rechazar al presidente Donald Trump, como si fuera un extraño, y trata a los
representantes del Partido Republicano como si fueran unos enemigos; el
objetivo cubano en los EEUU es el mismo que le ha servido para infiltrarse en
Latinoamérica, penetrar sus Fuerzas Armadas, ir colando sus fichas dentro de
las cadenas de mando, igualmente, teniendo control sobre oficinas claves del
Departamento de Estado ir desligándose de los escenarios internacionales en
crisis para ir restándole fortaleza a ese gran país, reduciendo su capacidad de
respuesta y permitiendo que las fuerzas del nuevo comunismo se hagan fuertes en
el mundo…; lo están logrando.
En
Venezuela hemos tenido la mala suerte de que no sólo fuimos el objetivo de la
más agresiva acometida de la campaña cubana en país alguno, sino que nos consiguieron
con los pantalones abajo, porque no teníamos una fuerza política preparada y
convencida para detener el avance de una dictadura tan sui generis como la del chavismo. Lo peor de nuestras
circunstancias era que la gran mayoría de nuestros partidos políticos se
comportaban como apéndices del gobierno socialista, fueron y son
colaboracionistas.
Toda
esta puesta en escena de una legalidad traída por los cabellos, ante un régimen
que no le importan las leyes ni la constitución, todo este show barato de
pacifismo y no-violencia, al estilo supuestamente indio de la época de Gandhi,
este circo de elecciones tras elecciones sin sentido, este discurso de la
unidad mientras se pactaban secretamente acuerdos con el gobierno, todo este
rasgarse las vestiduras en los foros internacionales mientras se acepta
condiciones indignas para el ejercicio de la ciudadanía… no pasa de ser una
traición continuada de un grupo de políticos que no deberían estar hablando por
nosotros, los verdaderos demócratas, nosotros, las verdaderas víctimas de este
juego perverso, que sólo nos ha traído tristezas y dolor…
Las
condiciones en las que el chavismo ha puesto a Venezuela nos han llevado a un inminente
derrumbamiento social, ya no hay tiempo de corregir este desastre, a menos que
haya una intervención internacional y la imposición de un gobierno de
reconstrucción de inmediato; lo que tenemos en puertas es una hambruna sin
precedentes en el continente Americano, va a venir un problema de migración y
de orden sanitario como nunca antes se había vivido en la región, con la
subsecuente desestabilización de los gobiernos de toda el área, lo que será un
propicio caldo de cultivo para el Socialismo del Siglo XXI, que es lo que han
estado esperando.
Pero lo
más preocupante de todo este escenario es que el mundo pareciera no encontrar
las maneras de evitar y poner bajo control este peligro para la estabilidad
mundial; Raúl Castro y Nicolás Maduro son los pistoleros más rápidos de esta
parte del mundo y no hay, aparentemente, quien les quite el título, ni las
ínfulas.
Los EEUU
parecieran haber perdido la entereza y la vitalidad de otros tiempos en
defender la libertad donde quiera estuviere amenazada; sus problemas internos,
motorizados por una clase política que parece no importarle el futuro de esa
gran nación y solo pendiente en quien ocupará la Casa Blanca en las próximas
elecciones, los han cegado en cuanto a los peligros que amenazan el planeta,
veo al Presidente Trump y su partido queriendo actuar pero las intrigas de
palacio, las trabas que ponen los Demócratas para que haga un buen gobierno,
los ataques mediáticos que han recibido, los impedimentos administrativos,
hacen imposible una respuesta asertiva.
Hoy los
opresores se anotan otro tanto, mientras los hombres y mujeres civilizados y
decentes de nuestra Tierra permanecen en silencio, a la expectativa… y no hay quien
les responda a los guapetones de barrio, a los “malandros” de este mundo. -
saulgodoy@gmail.com
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