lunes, 23 de octubre de 2017

El opresor y su lenguaje


Desde los albores de la humanidad, la violencia y la opresión han estado presentes en las relaciones entre los hombres, y la única forma que tenían las sociedades de defenderse, ante las pretensiones de dominio del otro, fue a través de la lucha armada, de allí que las guerras sean uno de los atributos que distinguen la historia de la humanidad; de hecho, por su naturaleza definitoria, la guerra sólo tiene la posibilidad de tener un vencido y un vencedor (aunque se alegue empates, victorias pírricas, mutua destrucción y otras especies exóticas de resultados bélicos), predominará la voluntad del ganador, no importa quien sea, el opresor o el oprimido.
Eso no ha cambiado un ápice desde que nos arrojábamos piedras para defendernos y, más tarde,  flechas y lanzas; por más cultura que hayamos acumulado bajo el puente, por más civilización y derecho que hayamos podido desarrollar a través del tiempo, la receta permanece única, cuando el agresor se pone “bruto” no hay otra manera de restituir la paz que darle un buen “(es)tate quieto”, es decir, dejarlo “sembrado” en el sitio (esta expresión es típica de los penales penitenciarios venezolanos y la uso en beneficio de nuestros lectores chavistas que, por lo general, disponen de un vocabulario bastante limitado)… y que la sociedad continúe con sus asuntos siempre, a la espera y preparada hasta que aparezca el nuevo agresor.
Aquellos pueblos que, por alguna razón, les era imposible defenderse, sea porque su naturaleza era esencialmente pacífica o por simple cobardía, buscaban aliados que fueran fuertes y los defendieran de los agresores; este servicio de defensa tenía un costo, a veces eran riquezas materiales, tributos (cosechas, esclavos, mujeres, territorios), otras veces eran pactos de sumisión o arreglos de dependencia, que muchas veces terminaban en anexiones, y esos pueblos eran absorbidos por otros más fuertes y capaces.
El asunto, es que surgieron en el mundo unas relaciones de seguridad y defensa que buscaban mantener un equilibrio, evitar tensiones entre pueblos que pudieran generar conflictos armados y, si surgían, poder tenerlos bajo control… y lo más importante, ganarlos.
En este ambiente de conflicto permanente, de agresiones y arrebatos, de pillaje y destrucción, surgió una ley que, desde que fue enunciada, ha sido probada mil y un veces como verdad, y es que siempre hay alguien más violento y rudo que quien se proclama amo de una situación; no hay ninguna seguridad para los ejércitos más poderosos o los líderes más sanguinarios, en algún momento aparece en escena una fuerza superior e implacable, que le pone fin a las aspiraciones de dominio de quien se cree dueño del patio.
Esto es una ley que se cumple a nivel personal entre guapetones de barrios, en bandas armadas, en estados con sus ejércitos y en coaliciones de gobiernos con enorme capacidad bélica… lo que generalmente sucede es que el jefe de una montonera se crece con las victorias y, si es pendenciero y orgulloso, se ciega con los triunfos y se cree invencible, los Generales y Almirantes se hacen más arriesgados con cada derrota que les propinan a sus enemigos, sus ambiciones de poder crecen y no se dan cuenta que mientras más batallas ganan se hacen más notorios y se convierten en un bocado apetecible para los predadores que están por encima en la cadena alimenticia… siempre hay uno, a veces también vienen de abajo, con un hambre infinita y los devoran.
En la historia de los pistoleros más rápidos del oeste norteamericano, esta ley funcionaba de manera inexorable, el tirador más rápido y certero atraía, como si fuera un imán, a los prospectos de duelistas, que estaban dispuestos a poner sus vidas en la balanza por una oportunidad de convertirse en el más rápido; la historia demuestra que siempre había uno más capaz y habilidoso en el oficio de mandar al otro mundo al que, se decía, podía desenfundar su revólver en una exhalación.
Lo que quieren hacer ver en Venezuela es algo que niega toda esa experiencia acumulada, todas esas lecciones de la historia, como si se tratara de una provocación del aparato de inteligencia del estado cubano, ponen a Nicolás Maduro a tentar a los poderes del área, a tenderles una supuesta trampa, a ver si caen, para luego proceder a hacerse las víctimas y hacer del tema de la agresión un instrumento de propaganda, con el fin de destacar la violencia del Imperio contra unos países débiles, pequeños y supuestamente democráticos. La cosa se pasa de lo absurdo.
Nicolás Maduro es el típico “malandro” (en venezolano, persona de hábitos criminales y mal vivir, por lo general de carácter violento y temerario) actuando en su rol típicamente socialista, de decir lo que no hace, y hacer lo que no dice, es decir, mentir, utilizando esa neo-lengua que emplean para tratar de confundir a sus espectadores (como exhibicionistas compulsivos que son) y quedar como los justos, víctimas de las circunstancias y mártires de la revolución.
Un “malandro” que se entretiene ejerciendo la violencia gratuita y en masa contra sus adversarios, los cuales, cosa curiosa, son todos unos pacifistas militantes, creyentes en la no violencia y la constitución, gente desarmada y que cree ciegamente en la negociación y el diálogo, en su mayoría, personas muy jóvenes, los prefiere estudiantes y, si son mujeres, mejor, personas de la tercera edad y empresarios exitosos.
Su fama de carnicero y de persona de poca moral (aunque se la pasa alegando que todo lo que hace lo hace “por amor”) ya ha recorrido el planeta entero, y es reconocido como un monstruo que debe ser detenido en su práctica de asesinar y torturar inocentes; por mantener al pueblo de Venezuela en un estado de inopia y miseria, en el cual se solaza, conociendo de la muerte y sufrimiento de miles de niños por hambre y desahucio de enfermedades tratables; por exterminar etnias indígenas, a merced de epidemias contagiosas que los borran de sus territorios, para así hacerse con las riquezas minerales que allí yacen; por burlarse de la comunidad internacional, retándola y tratando de confundirla con su triste disfraz de demócrata, perteneciente a esa logia conocida como Socialismo del Siglo XXI, del cual son miembros los socialistas del partido PODEMOS de España, dedicados en este momento a impulsar el caos y la violencia social en Europa.
Pero el problema principal no es Nicolás Maduro, que detenta el dudoso honor de ser el primer jefe de un estado narcotraficante en la historia de la modernidad, el problema real se encuentra en La Habana, en un régimen oprobioso y violador de los Derechos Humanos, enemigo de la democracia y las libertades individuales, proveedor internacional de una ideología de la muerte, que atenta contra las economías productivas del mundo, escudándose detrás de argumentaciones comunistas y cristianas; el problema, luego de 60 años de labores ininterrumpidas y con la complicidad de muchos factores de poder, entre ellos el Partido Demócrata de los EEUU, el Vaticano, en la figura del Papa Francisco, algunas dependencias de la ONU que han sido infiltradas, como la UNESCO , la FAO y el Panel Intergubernamental en Cambio Climático (IPCC, siglas en inglés), el gobierno de Rusia, de China, de Irán, de Siria, de Palestina, de Corea del Norte, del gobierno del Presidente Santos de Colombia, de los gobiernos de Panamá que ha prestado sus facilidades financieras y comerciales para hacer un lavado de dinero provenientes del narcotráfico y la corrupción a gran escala, las organizaciones de la extrema izquierda de Europa, Asia y África.
El gobierno de Raúl Castro ha extendido los tentáculos de su peligroso aparato de inteligencia desde una posición de minusvalía, invocando que, por ser Cuba un país del Tercer Mundo, una isla aislada de los principales centros financieros del mundo se ha convertido, poco a poco y sin descanso, en la meca y templo de la revolución social para el nuevo milenio, como principal enemigo del capitalismo mundial (globalización) y convertido en el centro cultural del pensamiento de la izquierda latinoamericana; Cuba ha sido financiada por los enemigos de los EEUU para que siembre la semilla de la nueva revolución social en el seno de los países más avanzados del orbe, aprovechándose de todo el material residual de las políticas neoliberales y de los estados mercados que, lamentablemente, aún no han sido propiamente atendidos ni corregidos, de allí que el Socialismo del Siglo XXI se alimente especialmente del racismo, de la lucha de clases, de la discriminación hacia la mujer y otras minorías, de las fobias étnicas y religiosas, de la pobreza, de los nacionalismos trasnochados, de las diferencias culturales y sexuales…
Gracias a su éxito en Venezuela y al apoyo de Hugo Chávez y, ahora, de Nicolás Maduro, Cuba disfrutó, por largos 18 años, de uno de los financiamientos más determinantes que se hayan dado a la causa socialista en su historia; esos millardos de dólares provenientes del petróleo fueron utilizados no sólo para financiar campañas políticas de socios y adeptos a la causa, sino que construyeron enormes aparatos de información y lobby en las principales capitales del mundo, siendo Washington la actual sede de uno de los nidos de escorpiones del Socialismo del Siglo XXI más importantes del mundo.
Los socialistas norteamericanos, en figuras de poder como los Clinton, los Obama, los Kennedy y otras familias que controlan dicho partido, no dudaron un segundo en prestar sus nombres y prestigio acumulado, para promover por medio de una inmensa red de firmas de abogados, consultores, relacionistas públicos, financistas, dueños de medios de comunicación, a ideologías tan corrosivas como el castrocomunismo, el chavismo, el peronismo, la filosofía de la liberación, el sandinismo en Centroamérica, apoyaron el resentimiento y la venganza que hay detrás de organizaciones como los Sin Tierra, Las Madres de la Plaza de Mayo, los descamisados, el movimiento de reforma agraria armada de Chiapas en México, los cocaleros en Bolivia y otros grupos radicales de la izquierda.
Han creado y permitido que Cuba haya establecido una importante cabeza de playa en la capital del Imperio Norteamericano, principalmente compuesta por la élite intelectual de muchas prestigiosas universidades y organizaciones militantes de la diversidad sexual, agentes de esa corriente “progresista” que hoy pretende rechazar al presidente Donald Trump, como si fuera un extraño, y trata a los representantes del Partido Republicano como si fueran unos enemigos; el objetivo cubano en los EEUU es el mismo que le ha servido para infiltrarse en Latinoamérica, penetrar sus Fuerzas Armadas, ir colando sus fichas dentro de las cadenas de mando, igualmente, teniendo control sobre oficinas claves del Departamento de Estado ir desligándose de los escenarios internacionales en crisis para ir restándole fortaleza a ese gran país, reduciendo su capacidad de respuesta y permitiendo que las fuerzas del nuevo comunismo se hagan fuertes en el mundo…; lo están logrando.
En Venezuela hemos tenido la mala suerte de que no sólo fuimos el objetivo de la más agresiva acometida de la campaña cubana en país alguno, sino que nos consiguieron con los pantalones abajo, porque no teníamos una fuerza política preparada y convencida para detener el avance de una dictadura tan sui generis como la del chavismo. Lo peor de nuestras circunstancias era que la gran mayoría de nuestros partidos políticos se comportaban como apéndices del gobierno socialista, fueron y son colaboracionistas.
Toda esta puesta en escena de una legalidad traída por los cabellos, ante un régimen que no le importan las leyes ni la constitución, todo este show barato de pacifismo y no-violencia, al estilo supuestamente indio de la época de Gandhi, este circo de elecciones tras elecciones sin sentido, este discurso de la unidad mientras se pactaban secretamente acuerdos con el gobierno, todo este rasgarse las vestiduras en los foros internacionales mientras se acepta condiciones indignas para el ejercicio de la ciudadanía… no pasa de ser una traición continuada de un grupo de políticos que no deberían estar hablando por nosotros, los verdaderos demócratas, nosotros, las verdaderas víctimas de este juego perverso, que sólo nos ha traído tristezas y dolor…
Las condiciones en las que el chavismo ha puesto a Venezuela nos han llevado a un inminente derrumbamiento social, ya no hay tiempo de corregir este desastre, a menos que haya una intervención internacional y la imposición de un gobierno de reconstrucción de inmediato; lo que tenemos en puertas es una hambruna sin precedentes en el continente Americano, va a venir un problema de migración y de orden sanitario como nunca antes se había vivido en la región, con la subsecuente desestabilización de los gobiernos de toda el área, lo que será un propicio caldo de cultivo para el Socialismo del Siglo XXI, que es lo que han estado esperando.
Pero lo más preocupante de todo este escenario es que el mundo pareciera no encontrar las maneras de evitar y poner bajo control este peligro para la estabilidad mundial; Raúl Castro y Nicolás Maduro son los pistoleros más rápidos de esta parte del mundo y no hay, aparentemente, quien les quite el título, ni las ínfulas.
Los EEUU parecieran haber perdido la entereza y la vitalidad de otros tiempos en defender la libertad donde quiera estuviere amenazada; sus problemas internos, motorizados por una clase política que parece no importarle el futuro de esa gran nación y solo pendiente en quien ocupará la Casa Blanca en las próximas elecciones, los han cegado en cuanto a los peligros que amenazan el planeta, veo al Presidente Trump y su partido queriendo actuar pero las intrigas de palacio, las trabas que ponen los Demócratas para que haga un buen gobierno, los ataques mediáticos que han recibido, los impedimentos administrativos, hacen imposible una respuesta asertiva.
Hoy los opresores se anotan otro tanto, mientras los hombres y mujeres civilizados y decentes de nuestra Tierra permanecen en silencio, a la expectativa… y no hay quien les responda a los guapetones de barrio, a los “malandros” de este mundo.  -  saulgodoy@gmail.com








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