viernes, 15 de septiembre de 2017

El Cosmopolitismo



Era hablando francés como uno se hacía -palabra que se volvió horrible bajo Hitler, pero que es un término muy bello- cosmopolita. Es un término bello en su sentido griego: ciudadano del planeta. ¡Nada hay más bello! Son Hitler y Stalin quienes han dado a esta palabra su sentido peyorativo.
George Steiner, La Barbarie de la Ignorancia (1997)

Steiner quizás nunca se imaginó que la palabra tomaría un nuevo giro y que se haría importante en la rama del derecho internacional, al punto, que distinguiría a toda una comarca legal donde reinarían los derechos humanos, de igual manera con el acento en la globalización, como tendencia en la forma como hacemos el comercio y como se dan los movimientos migratorios, el cosmopolitismo se convertiría en el desiderátum de la convivencia entre naciones civilizadas en el siglo XXI.
La palabra cosmopolita se ha convertido en el reverso de la palabra nacionalista, se repelen, son antagónicas, mientras los nacionalismos tratan de encerrar a sus ciudadanos en los términos de las fronteras del estado-nacional para imponerle un conjunto de normas, una identidad, creencias, valores y obligaciones, el cosmopolitismo hace todo lo contrario, lo libera de las ataduras locales, le da una libertad, un sentido de pertenencia mucho más ecuménico y una nueva forma de movilidad desconocidas para una buena parte de la humanidad que todavía nace, vive y muere, confinada a unos espacios tribales, que no van allá de las colinas que puede abarcar con la vista, o hasta donde alcance su territorialidad.
El mismo Steiner era un sujeto del cosmopolitismo, un europeo que se podía mover por el mundo sin problemas, con dominios de varios lenguajes, profesor invitado a las principales universidades del mundo, con una sapiencia universal, judío, de padres austríacos, nacido en Francia, exilado y educado en los EEUU e Inglaterra.
En nuestro país, el dictador Nicolás Maduro está tratando por todos los medios de aislar al país del mundo, imposibilitando que las líneas aéreas y otros medios de transporte masivos operen en el país, hace de la actividad de obtener un pasaporte una verdadera ordalía para el ciudadano y si éste, es un notorio opositor, simplemente se lo anulan, imposibilitando que viaje fuera de nuestras fronteras, los medios de comunicación están censurados y muchas empresas de noticias tienen prohibición de funcionar en el país.
De igual manera, debido a una serie de sanciones internacionales para con el gobierno de Maduro por corrupción, violación de derechos humanos y destrucción de las instituciones democráticas, conjuntamente, con un significativo deterioro de la calidad de vida en Venezuela, producto del socialismo “a la cubana” que el gobierno quiere imponer, los flujos de turistas y rutas comerciales han sacado a nuestro país como escala y destino, todas estas medidas implican un cierre técnico de Venezuela hacia el mundo, para evitar justamente, que el cosmopolitismo, principal enemigo de las ideologías totalitarias, le reste fuerzas a la dictadura, y persevere el nacionalismo más recalcitrante.
Pero vamos al origen de la palabra para comprender a cabalidad el fenómeno sobre el cual cabalga la llamada “globalización” que es cosmopolitismo, y porque regímenes como el del Socialismo del Siglo XXI no pueden convivir con esta idea.
De acuerdo al profesor David Konstan la palabra Cosmopolita (kosmopolites) data del siglo IV aC., Diógenes Laercio en su obra cuenta, como a Diógenes el cínico le preguntaron en cierta ocasión de donde procedía y respondió: “Soy un cosmopolita…”, un ciudadano del cosmos; Odiseo sin mencionar la palabra, hacía honor a la actitud de “visitar muchas ciudades y tratar de conocer las mentes de sus habitantes”
Plutarco reporta de Alcibíades, que era un gran viajero y conoció muchos pueblos, lo siguiente: “En Esparta se dedicaba a hacer ejercicios atléticos, y era frugal y reservado; en Jonia, se dejaba llevar por los lujos, la alegría y la indolencia; en Tracia, se la pasaba bebiendo; en Tesalia, no se bajaba de un caballo; y cuando vivió con Tisafernes, el sátrapa persa, superaba a los persas en magnificencia y pompas.”
Pero fue con los romanos que la idea de hacer del vasto imperio una sola casa para sus ciudadanos, se hizo una necesidad, y el cosmopolitismo entendido como un mundo ordenado a pesar de la diversidad de pueblos, costumbres y distancias, lo inició el Emperador Augusto imponiendo una sola administración del Imperio por medio de unas leyes comunes, un candelario por el que todos pudieran planificar y una sola lengua, el latín como idioma universal.
En el año 212 aC., con el famoso decreto de Carcalla, que le dio a todos los hombres libres del imperio la ciudadanía romana, el cosmopolitismo se hizo realidad por primera vez en la historia de la humanidad, nos comenta el profesor Konstan en su ensayo Tradiciones Cosmopolitas (2009):
Bajo el Imperio Romano, el proyecto político de un estado universal, opuesto al ideal subjetivo de una comunidad internacional… inevitablemente tomó la forma de un sistema imperial. En estos regímenes, cualesquiera que sea su pretensión de igualdad, se mantenían como resultado de la conquista y la coerción… Los ideales cosmopolitas de la Europa moderna son mucho más variados dados la aparición de estados políticamente independientes a todo lo ancho del continente. Es verdad, el termino cosmopolita tiene hoy connotaciones que nada tiene que ver con la política… como tener una visión o sentimiento planetario, en ves de limitado o provincial, y tener una amplia sofisticación internacional, que abarque el mundo.

Para efectos del presente artículo nos interesa desarrollar los aspectos políticos del cosmopolitanismo más que los meramente culturales, es por ello que vamos a utilizar las nociones que el politólogo James Bohman nos brinda, al comparar dos términos que están íntimamente ligados aunque son completamente diferente, y es el término republicanismo, que es un término “grueso” que implica ser ciudadano de una república, entendiendo por republicanismo el ideal de libertad ciudadana, en el sentido en que una persona es libre mientras no esté subordinada a otra, si se vive bajo el dominio de un amo o señor, no se puede ser libre, en una república se vive como un igual en un estado libre, donde todos contribuyen al auto gobierno.
Para un chavista o socialista del siglo XXI, estas palabras son chino, no las comprenden, pues la raíz de su entender una república, está ligada al principio de autoridad y a la idea del ejercicio de poder, necesarios para mantener un orden centralizado, vertical y planificador de la vida en sociedad, necesitan de súbditos, de usuarios, de dependientes, el ciudadano que tienen en la cabeza es parte de una maquinaria política, que debe responder sin hacer preguntas a los requerimientos del gobierno, solo es participativo en el momento en que ejecuta órdenes y acepta regulaciones, si cuestiona o hace su voluntad sin atenerse al plan, se convierte en un problema que debe ser resuelto.
El cosmopolitanismo trata de brindarle a ese ciudadano republicano libre las condiciones óptimas para que pueda seguir funcionando en otros países y otras culturas, de hecho por medio de ciertas normas internacionales de obligatorio cumplimiento y obtenidos por medio de tratados entre las naciones, hay unas reglas comunes que protegen a ese ciudadano libre y republicano de las imposiciones de regímenes que propician las dictaduras.
Estas normas cosmopolitas, que tienen que aplicarse en el mundo para que este funcione como una gran casa para todos los hombres y mujeres, para que los diferentes estados puedan hacer comercio, sostener relaciones diplomáticas, hacer intercambios de todo tipo, asociarse en proyectos, resolver sus conflictos y llegar a acuerdos, son de muy variada índole, entre ellas, destacan los Derechos Humanos.
Y es que siempre ha existido esta tendencia universal entre los estados.
Dice Bohman en su artículo Cosmopolitismo Republicano (2008):
Como un ideal del orden adecuado, el cosmopolitismo es sujeto de varias interpretaciones. El cosmopolitismo puede buscar proteger los derechos de los individuos o maximizar las libertades de los estados que actúan como sus ciudadanos lo han escogido… es hoy mejor entendido como un ideal de ciudadanía, particularmente si se entiende a la luz del ideal republicano de auto gobierno y libertad de las tiranías… con libertad de participar como un igual en la comunidad política mundial.

Estas ideas tuvieron antecedentes en la obra de Immanuel Kant La Paz Perpetua (1795) pero sobre todo en las ideas de Jean-Baptiste du Val-de-Grâce, baron de Cloots, quien en sus dos trabajos La république universelle ou adresse aux tyrannicides, 1792; Bases constitutionelles de la république du genre humain, 1793, advocó por la abolición de todo los estados existentes y el establecimiento de un solo estado mundial al que respondería toda la humanidad.
El Profesor Thomas Pogge catedrático en derecho de las universidades de Columbia en New York y Camberra en Australia tiene una particular distinción del término cosmopolitismo, dice Pogge: “Las personas son llamadas cosmopolitas cuando tienen respeto y entienden culturas extranjeras, viajan extensivamente y pueden interactuar bien con personas de múltiples sociedades. La ciudades y reuniones son llamadas cosmopolitas cuando reúnen personas y grupos de diversas etnias, lenguajes, culturas religiones o estilos de vida.”
Pero además agrega un componente moral en su descriptiva, dice que aparte de que se trata de una posición intelectual es un ideal de cómo las cosas deberían ser, es una aproximación evaluativa y normativa que prescribe que todas las personas sean tratadas como iguales.
Desde el punto de vista de las categoría morales podemos distinguir los tipos de entidades que son sujetos de estas acciones morales (la palabra técnica que las designa es iudicanda)  y pueden ser individuales o colectivas, dentro de estas últimas están las instituciones sociales y los estados.
Cuando tratamos los estados que componen la comunidad internacional, inevitablemente caemos en la búsqueda de unos estándares que permitan la convivencia y las relaciones entre los estados, para ello hay un derecho público internacional cuyo objetivo es alcanzar un orden institucional, que permita, entre otras cosas, lograr mejorar las condiciones de vida de la gente en el mundo.
Es por estas necesidades de relación y convivencia que los estados, por medio de diversas instituciones de carácter global atienden problemas como la pobreza, el hambre, las epidemias, los desastres naturales, las guerras, las crisis económicas… y es la persona humana el centro fundamental de este esfuerzo cosmopolita, una persona digna, con derechos, que merece respeto y ser tratada como un igual sin importar su origen o creencias, de allí la preeminencia de los DDHH en el espíritu cosmopolita, de allí la universalidad de estos derechos.
Todavía recuerdo el ímpetu cosmopolita del presidente Hugo Chávez en sus viajes por el mundo que lo catapultaron como líder mundial, el derroche publicitario, la puesta en escena de sus reclamos a la comunidad internacional por un nuevo orden, multipolaridad, lo llamaba; sus desplantes y reclamos a las instituciones multilaterales exigiendo reformas, su asistencia a las cumbres mundiales donde, a nuestra costa, con nuestro dinero, montaba las llamadas “cumbres paralelas” de las minorías excluidas.
Todo un show para promover su nuevo socialismo y predicar el amor revolucionario, un enorme esfuerzo perdido, ya que terminó en un paulatino retiro de Venezuela de las instituciones internacionales, en la creación de unas nuevas que jamás tuvieron vida propia, un enorme esfuerzo de relaciones públicas para Cuba y el régimen de los hermanos Castro, pero no debemos olvidar los arteros ataques de Chávez y Maduro en contra de la OEA y sus directivos, con la clara intensión de destruirla, al ser imposible alinearla en consonancia a sus intereses totalitarios.
Si se hace un análisis serio de las causas de este lamentable episodio en nuestra vida como república, se tendrá que concluir que su fracaso estaba anunciado por la carga ideológica que lo impulsaba, no era cosmopolitismo lo que inspiraba estas giras por el mundo, sino una tiranía disfrazada buscando reconocimiento, sus visitas a los dictadores más connotados de la época, la entrega de la espada de Bolívar a reconocidos violadores de Derechos Humanos, todos estos ingredientes nos hablan de uso indebido del cosmopolitismo con la intensión de acabar con el republicanismo del que nos hablaba Bohman.
La otra cuestión de esta experiencia con el socialismo del siglo XXI, es la pobreza del cosmopolitismo latinoamericano, una situación que debe ser revisada cuanto antes debido a las insuficiencias de los términos relacionales en la región, se trata de una debilidad que hace sean los gobiernos y no las personas. quienes se vean representados, protegidos y participen en los foros multilaterales y organizaciones internacionales.
La migración latinoamericana pareciera funcionar adecuadamente en los países de occidente donde somos acogidos con respeto y donde nos integramos sin problemas, pero entre nuestros pueblos, con nuestros propios intereses como comunidad, al momento de velar por que prevalezcan los valores de igualdad y humanitarismo entre nuestros hermanos, se hace pesada y cuesta arriba llevar a cabo las relaciones, ya que privan primero los intereses de los gobiernos (y si son de la misma ideología, se “cartelizan”) que los de la persona humana, un paradigma que tiene como resultado una continua violación de los derechos humanos en la región, una permisividad para con los gobiernos tiránicos.
Lo que ha venido ocurriendo en estos últimos lustros con gobiernos antidemocráticos y que tienden a la tiranía como serían el caso de Cuba y Venezuela, con planes de desestabilización de toda la región, con intención de intervenir en los procesos internos de las naciones vecinas para debilitar las instituciones, corromperlas, sembrar la inestabilidad social con el propósito de la toma del poder en nombre de programas libertarios y modelos totalitarios, son un peligro y hay que encararlos.

No se debe confundir el cosmopolitismo con una falsa tolerancia hacia los enemigos de las sociedades abiertas, la libertad y la participación en los gobiernos no implican ignorar a quienes pretenden acabar con esas libertades y participación, se trata de rémoras que hay que superar para avanzar en términos de lo que verdaderamente implica el discurso cosmopolita.   -  saulgodoy@gmail.com 

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