martes, 15 de agosto de 2017

¿De quien es el problema?


Hay factores de la oposición venezolana que son, definitivamente, órganos infiltrados del chavismo dentro de la llamada Mesa de la Unidad, como sería el caso del actual gobernador del estado Lara, Henry Falcón, del partido Avanzada Progresista; su posición ultra nacionalista ante la posibilidad de que los EEUU efectúen una intervención militar contra el gobierno de Maduro se resumió de manera singular en su expresión: “Este es nuestro peo”, aduciendo que, literalmente, esa “ventosidad”-refiriéndose a la crítica situación política del país- es producto de nuestras entrañas, para dejar establecido un derecho de propiedad muy singular sobre el desastre de país que tenemos.
Esa posición de Falcón se encuentra enmarcada dentro de un muy primitivo y elemental concepto de soberanía, obviando, por supuesto, la intervención cubana, rusa, china, boliviana, nicaragüense y la de otros países que conforman el círculo íntimo de este movimiento internacional del comunismo global, que se pasean por nuestro territorio con absoluta libertad, hurgando incluso dentro de nuestras FFAA, opinando libremente sobre nuestro destino, acusando a la oposición de apátrida y traidora, detentando impunemente propiedad sobre extensos territorios de nuestra patria, adquiriendo, sin ningún control ni rechazo, importantes empresas nacionales (estratégicas, dicen), e inmiscuyéndose, sin ningún pudor, en materias de seguridad nacional.
A ellos, sí, pero a los otros, no.
Está a los ojos de todos los venezolanos que el gobierno de Nicolás Maduro es un apéndice colonial del gobierno de Raúl Castro en Cuba, donde reside el verdadero poder que manda sobre las instituciones, las riquezas y la sociedad venezolana: Maduro viaja a La Habana cada vez que recibe instrucciones o necesita consejos para resolver los problemas políticos; tenemos en el país la presencia obvia y marcada de elementos cubanos en puestos claves dentro del gobierno chavista; para nadie es un secreto la intención bastarda de, por medio de la Constituyente comunal, integrar ambos territorios, el de Cuba y Venezuela, en una unidad político territorial para la convergencia en un solo gobierno.
Cuba es el enemigo histórico y natural de los EEUU; en La Habana se planifican todos los movimientos que sus secuaces venezolanos dan en la práctica; la participación de los carteles mexicanos de la droga en nuestro país tiene su nexo con el gobierno de Raúl Castro, quien propició la asociación.
El interés por controlar los gobiernos centroamericanos, por medio de elecciones amañadas por el CNE venezolano, tiene su origen en la estrategia de Cuba de inundar la migración hacia los EEUU con elementos criminales, pertenecientes a las pandillas y carteles del crimen del Salvador y Honduras (los maras, entre otros), para que causen desasosiego social en las comunidades donde hacen presencia; igual sucede con el plan de ubicar, darle publicidad y satanizar  los casos especiales cuando las familias de emigrantes ilegales son separadas de sus hijos para crear ambientes de odio social hacia las autoridades norteamericanas.
La planificación de atentados contra figuras públicas norteamericanas nace y es concebida en La Habana para que los mafiosos venezolanos las financien y sean ejecutadas por sicarios mexicanos o centroamericanos, repito, nada se hace en Venezuela que no lleve el sello de aprobado de los Castro, Venezuela se ha convertido en una plataforma de guerra de los cubanos.
Pero de eso Falcón no dice nada, es más, pareciera que está de acuerdo, a él no lo afecta lo cubano, pero lo gringo le hace rechinar los dientes.
¿Qué tipo de soberanía es ésta? Una muy conveniente para los intereses del comunismo internacional del que Falcón es parte activa, y que otros partidos dentro de la MUD apoyan y le dan calor.
Como muchos de ustedes están al tanto, hay varios tipos de soberanía, que en su acepción más literal sería la capacidad de un ente por regir a voluntad su destino; está, en un extremo, la soberanía personal, ser dueño y señor de los actos propios, y en el otro, la soberanía estatal, un constructo o ficción jurídica que le otorga al estado nacional una voluntad colectiva de actuar, dentro de su propio territorio y en el mundo, con derechos y deberes propios e inalienables, por lo menos en principio.
Este concepto absoluto de soberanía ha cambiado con el transcurrir del tiempo; las personas y las naciones cambian, evolucionan, algunas desaparecen, otras se integran en grupos y terminan compartiendo soberanía con otros… el concepto de soberanía absoluta es insostenible, ya que hace la vida en comunidad imposible, pero todavía hay quienes la invocan para justificar acciones que, por lo general, terminan afectando la soberanía de otros.
El ideal soberano ha sido cuestionado desde el momento en que se descubre que muchas de nuestras acciones que creíamos voluntarias no lo son, que vienen dadas o son producto de mecanismos, circunstancias y sistemas que no responden precisamente a nuestra voluntad; de hecho, el concepto mismo de voluntad se ha visto afectado y, por ende, la idea misma de la libertad, tan cara para la soberanía, ha sido puesto en entredicho.
Hoy en día es sumamente difícil sostener la integridad del concepto de libertad, tan necesario para mantener nuestro sistema de justicia basado en la responsabilidad personal, pero allí están los argumentos, a disposición de quienes quieran entrar en ese complejo territorio.
Por supuesto, la soberanía estatal ha sido torpedeada, modificada, adaptada, manipulada, regulada y contradicha de mil maneras; en todo caso, lo que al final se impone es el  respaldo, es la fuerza del estado y sus aliados en hacerla respetar, y hablo de la fuerza militar, no de retórica, se trata de ese concepto estudiado a fondo por Weber y Aaron del Machtpolitik, de la política de poder que se juega entre naciones.
Ser soberano implica, entre otras cosas, ser responsable, es decir, que mis acciones no dañen a mi vecino, que lo que haga o deje de hacer y afecte a terceros, puedan éstos reclamarme y recibir compensación por el daño causado; no es lo mismo ser soberano que hacer lo que venga en gana, sin tomar en cuenta las molestias, pérdidas, destrozos y víctimas que mis acciones puedan causar.
Y es aquí donde los venezolanos nos hemos comportado con absoluto desprecio por la soberanía de los demás; la soberanía de Venezuela nos corresponde a cada uno de sus ciudadanos, y el órgano encargado de activarla, defenderla y manejarla es el estado venezolano; como todos sabemos, fuimos nosotros quienes pusimos a los chavistas a manejar el país, y fue con base en nuestros propios errores que el gobierno de Chávez, primero, y luego el de Maduro, se atribuyeron de la manera que lo han hecho, una serie de prerrogativas y poderes cuasi absolutos en la manera como manejan nuestra soberanía.
En Venezuela hay un caso muy especial, se trata de que existe una soberanía nominal, formalista, que se construye con base en un fraude contable: el gobierno arguye que cuenta con una mayoría, certificada por el CNE, sobre la cual actúa para, “soberanamente”, cambiar la forma de estado y gobierno en nuestro país, ese es el último invento del chavismo, la Constituyente comunal.
Pero en la acera de enfrente tenemos al país “real”, la gran masa de venezolanos, esa que el CNE quiere ignorar a fuerza de trucos y trampas, que está en la calle, en rebelión contra el gobierno… una mayoría que se ha declarado democrática, constitucional y pacífica, que no cuenta con las armas para imponer su voluntad, y solo dispone de una Asamblea Nacional, timorata y venida a menos, porque sus diputados no quieren enfrentar al monstruo totalitario de una manera frontal.
No hemos podido parar ni detener los desmanes e injusticias que provoca el régimen de Maduro que, entre innumerables delitos, ha planificado y ejecutado una política de enviar a los EEUU dinero proveniente de la corrupción y el crimen organizado, inundando el sistema financiero de esa nación con dinero “sucio” y tratando de lavarlo en inversiones, propiedades, empresas que no le hacen bien a esa economía, y que considera esas acciones como delitos graves.
El gobierno de Maduro se ha aliado con carteles de la droga para enviar grandes remesas de esas substancias ilegales y peligrosas a países que eran amigos del nuestro, con el fin de dañar a sus pobladores y, en el proceso, hacer ricos a sus promotores, entre ellos, a familiares del propio Maduro.
El gobierno chavista financia organizaciones políticas, ha pagado gastos electorales y manipulado los resultados de esos procesos en países amigos con el propósito de favorecer a sus cómplices ideológicos, el Caribe es un buen ejemplo, donde partidos políticos filo-cubanos han sido establecidos con el propósito de garantizar la sumisión absoluta a los intereses de La Habana; ha enviado ayuda militar, construido obras públicas, prestado sus aviones, mandado a sus agentes con maletines llenos de dinero para sobornos y otros delicados asuntillos que, a todas luces, son una violación de la soberanía de otras naciones.
Ha alimentado financieramente y con armas a movimientos subversivos en países vecinos, les ha prestado ayuda militar, médica, les ha otorgado salvoconductos diplomáticos, los ha contratado como asesores, les ha dado respaldo y seguridad cuando están en nuestro país.
Ha permitido el establecimiento de grupos religiosos islámicos en nuestro territorio para que ganen adeptos a sus causas, sobre todo de misioneros fundamentalistas de Irán que tienen actividad en comunidades apartadas y grupos indígenas, permitiéndoles las transmisiones de programas de radio y TV disfrazados como estudios bíblicos, comparando pasajes de la Biblia con el Corán.
Lo que ha hecho Maduro con las concesiones mineras en el sur de Venezuela entregando territorio a transnacionales para que exploten sin control nuestras riquezas, poniendo en peligro nuestros reservorios de agua potable, nuestras selvas productoras de lluvia, nuestras etnias indígenas y nuestra biodiversidad.
Para no seguir enumerando una serie de intromisiones y delitos internacionales en el derecho soberano de otras naciones, en la intrusión de sus asuntos internos, en la violación de su derecho de autodeterminación, hemos observado que el gobierno de Maduro, cuando se ha visto sorprendido en estas acciones, recula y establece como coartada su propia soberanía nacional.
Venezuela se ha convertido en un peligro para la región, eso lo sabe todo el mundo, lo padece todo el que tiene que sufrir la llegada de nuestros nacionales huyendo del país y la desastrosa situación en que ha convertido la cotidianidad, con hambre, miseria y violencia a granel; ha hecho de nuestra nación una bomba sanitaria, con una serie de epidemias y enfermedades peligrosas y contagiosas que amenazan con expandirse en el continente; ha ocultado estadísticas a la comunidad internacional sobre importantes aspectos de nuestra condición como pueblo, con una economía quebrada mantenida en la oscuridad.
Todos los intereses de las demás naciones, empresas, ciudadanos y propiedades se han visto seriamente afectadas por la falta de cumplimiento de la normativa internacional, del respeto elemental de los derechos humanos; se trata de la absoluta irresponsabilidad de un gobierno que está actuando, cada vez más, como una mafia, con gente buscada por organismos policiales en funciones de gobierno; en pocas palabras, Venezuela ha sido considerada como un país de mal vivientes que quieren hacerle daño a la comunidad internacional basados en el derecho soberano del “Porque me da la gana”.
El asunto grueso es el siguiente: los venezolanos le hemos demostrado al mundo que somos unos incapaces en manejar nuestro propio destino en paz y concordia con las demás naciones; hemos demostrado nuestra impotencia para salir de los asesinos y corruptos que tenemos como gobierno; seguimos causándole una gran angustia a nuestros vecinos, promoviendo la inestabilidad y la violencia en la región.
Insultamos, agredimos y nos colocamos al margen de la ley cada vez que le conviene a la camarilla que nos gobierna, y lo hace en nuestro nombre, soberanamente; no importa que protestemos, que no reconozcamos al gobierno y sus actos, que nos declaremos en rebelión contra quienes dicen representarnos y se han transformados, con hechos, en una dictadura que no duda en amenazar a sus enemigos ideológicos con las armas, con una FFAA ideologizada y a la que están entrenando para convertirla en una fuerza “letal y rápida” para derrotar a quienes contradigan la voluntad revolucionaria; nunca me imaginé a un extranjero como jefe máximo de nuestras FFAA arengándolas para que luchen por sus intereses crematísticos, para que den sus vidas por los carteles de la droga y las mafias que contrabandean gasolina para Colombia y Brasil.
Visto que en Venezuela no hay fuerza alguna que garantice la paz interna, que las armas de la república están apuntando a nuestros aliados históricos, háganse la siguiente pregunta, ¿Por qué la comunidad internacional va a seguir permitiendo tal situación? ¿No es mejor intervenir Venezuela y poner orden en este infierno, antes de que ocurra una desgracia peor que la crisis humanitaria que tenemos? ¿Por qué los países civilizados del mundo van a seguir permitiendo este show del horror y la indecencia, teniendo los medios para detener esta locura?
“El peo es nuestro”- nos dice el inefable Henry Falcón- ¿Quiénes, sino el gobierno y sus grupos asociados, están interesados en seguir perpetuando este estado de cosas que ya afecta a buena parte del mundo?  Se impone otra vez la tesis de que soberanía es hacer lo que nos da la gana sin consecuencias, de allí el rocambolesco comunicado de la MUD donde se opone a la intervención militar en el espíritu muy chavista de “te meto el dedo en el ojo pero tú no me lo puedes meter a mí”, sigue predominando en la oposición la defensa del interés del dictador Maduro y desviar los esfuerzos de la comunidad internacional para que se diluyan en declaraciones y que la situación continúe igual o peor..
Creo que hay una parte del país, una mayoría, que está verdaderamente cansada del desorden, la violencia y la muerte, y que agradecerían el gesto de países amigos y aliados que vinieran en nuestro auxilio y nos dieran esa segunda oportunidad que tanto necesitamos de hacer las cosas bien, lo que significa que obligatoriamente debemos prescindir de los partidos dentro de la MUD que le han hecho el juego al gobierno, porque luego de esta lección, los venezolanos ya estamos curados en salud del socialismo perverso disfrazados de militares.
Olvídense del concepto de soberanía absoluta que pretende imponer la secta del chavismo, muy pocos países son verdaderamente soberanos en el mundo, la globalización y el terrorismo lo han demostrado; Maduro y su gobierno, en nombre de éste último, le han demostrado a la comunidad de países de Latinoamérica que la soberanía les tiene sin cuidado y que sólo la utilizan, como una arenga insustancial, al momento en que son descubiertos jugando al terrorismo. Terroristas, eso es lo que son, y si esto es así, entonces nuestro problema no es solo nuestro, es un problema de toda la comunidad de países civilizados y que quieren la paz.    -    saulgodoy@gmail.com







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