sábado, 4 de marzo de 2017

La Venezuela que viene


Haciendo una lectura del maravilloso libro de la filósofa norteamericana Martha Nussbaum, Sin Fines de Lucro, porque la democracia necesita de las humanidades, 2010, me percato que una buena parte del fracaso educativo de Venezuela en sus 40 años de democracia, fue entre otras muchas variantes, porque la educación fue instrumentada para la producción económica exclusivamente, tal y como algunos analistas opinan deberíamos repetir, una vez que salgamos del chavismo.
¿Y porque fracaso ese tipo de educación? Porque estaba dirigida en crear seres humanos para el aparato productivo, educó a generaciones para un solo propósito, ser efectivo en la generación de riqueza material olvidando el cultivo del espíritu, en inculcar el gusto por las artes y las humanidades que a su vez lleva a la comprensión del ser humano en toda su dignidad y potencialidad, y no en un mero objeto de manipulación para lograr resultados.
Como resultado de esta política educativa obtuvimos excelentes gerentes, buenos técnicos en las áreas científicas, especialistas en las rutinas de la comercialización, profesionales capacitados en servicios, gente que sabía emprender en sus propios negocios o hacer carreras exitosas en las industrias establecidas, pero que eran incapaces en defender sus propios derechos y libertades, que estaban absolutamente desarmados ante los argumentos del populismo, que no sabían distinguir entre la maldad y el bien, que carecían de todo sentido altruista, que nunca tuvieron una preparación cívica tan necesaria para defender a su país de amenazas tan letales como el chavismo.
Y fueron los primeros que se fueron del país debido a que eran incapaces de afrontar la inseguridad, el peligro, las amenazas que estos sistemas totalitarios aplican para mantener el control sobre la población,  porque no sabía hacer otra cosa que producir, y esos otros países que los recibieron, y donde tenían las condiciones de paz para ejercer las profesiones para lo que fueron educados, los aprovecharon.
A mi generación nunca la prepararon para el peor escenario posible porque vinimos de una sociedad democrática, pacífica y que creía en el progreso eterno, nunca nadie pensó en algo como el chavismo, no nos dieron las armas ni nos entrenaron en la resistencia, confiamos demasiado en unas FFAA a quienes entregamos las armas de la República para que nos defendiera, jamás se nos pasó por la menta que pudieran traicionarnos.
No podemos volver a repetir el error, hay mucho más en la educación de un hombre y una mujer que simplemente prepararlos para ser efectivos haciendo lo que hacen para ganarse la vida, es importante sí, no lo pongo en duda, pero no es lo principal, la vida es mucho más que cumplir horarios y contabilizar ganancias, destacar en la productividad de sus trabajos o ganarse el premio del empleado del mes, ser un humano es muchísimo más que eso.
Cuando veo y escucho a nuestros jóvenes políticos que hacen sus mejores esfuerzos por representarnos en cargos públicos o liderando a distintos grupos sociales, me doy cuenta del enorme déficit educativo que tienen, aunque están llenos de voluntad y buenas intenciones, carecen de herramientas fundamentales para defender la democracia, funcionan entre dogmas e ideologías sin tener muy claro cuales se contradicen, y cuales les prestan para sus propósitos, no tienen muy claros algunos conceptos básicos como libertad o estatismo, gobierno u opresión, república o pueblo, para mencionar algunos.
Y aunque son profesionales, con títulos universitarios en medicina, derecho, ingeniería, comunicación social etc., carecen de la más básica cultura general, hablan mal, escriben peor, no saben argumentar sin recurrir a lugares comunes, memes o frases hechas que repiten sin pensar, son superficiales, la mayoría son incapaces de escuchar y menos de interpretar lo que se les dice, no hay un “alma” en sus vidas, todo su conocimiento y afectos quedan enganchados en algunos dogmas que aprendieron de niños.
Trabajan en medio de un pragmatismo muy mal entendido, donde todo lo que funciona es necesariamente bueno, donde no importa si se es liberal o conservador con tal de obtener los aplausos del público, tratan a sus seguidores como ganado, no saben diferenciar entre un demócrata y un comunista, para ellos son todos votantes, que son como clientes que siempre tienen la razón y hay que dársela, no importa las consecuencias, carecen de pensamiento crítico lo que les importa en mantener a sus clientes contentos diciéndoles lo que quieren escuchar.
Por ello es que los pueblos pierden a sus naciones, si nada los ata a su tierra y a sus tradiciones, si no tienen las herramientas para discernir lo que es bueno y lo malo, si no saben cómo lidiar con la violencia y la sinrazón, lo más probable es que salgan perdiendo hasta la camisa.
Venezuela fue tomada por las fuerzas oscuras del castrocomunismo en el momento de su más baja preparación ciudadana, los gobiernos democráticos preocupados con las fórmulas desarrollistas, con los grandes planes de industrialización y avance tecnológicos integraron todo el esfuerzo educativo en darle a nuestros jóvenes una preparación científica y técnica de la mejor calidad olvidando, o más bien obviando, los valores humanistas y artísticos que hacen al verdadero humano, ese humano que comparte, que se integra, que se preocupa por su entorno, que hace el intento por comprender al otro, que sabe defenderse de quien quiere arrebatarle su libertad.
Yo fui uno de esos individuos preparados para los logros productivos y comerciales, me prepararon en la carrera de derecho para ser un técnico de las leyes, un plomero del sistema judicial, en palabras de un profesor, que siempre temió estar preparando plomeros del aparato legal del país más que abogados conscientes de los principios de justicia y equidad, luego en los EEUU aprendí sobre comunicaciones y me hice un técnico de las mismas, pero algo me sucedió, en medio del shock cultural que recibí al ser insertado en una sociedad distinta a la mía, me di cuenta de los mecanismos que actuaban sobre aquella y lo que no había sucedido en la mía.
Tuve la fortuna de nacer con un voraz apetito por la lectura y en mi familia, nadie me puso orientación pero tampoco freno, de modo que yo solo tuve que ir encontrando camino entre ese universo de opciones que la cultura me proponía, pero era un caso aislado, no era lo común en mi generación, y eso que estaba entre un grupo privilegiado.
En la literatura encontré vivencias y experiencias, modos de actuar y pensar que de otra manera me hubiera sido imposible conocer, me relacioné con personajes que no tenían nada en absoluto de común conmigo, conocí por dentro a criminales y santos, sentí lastima por los cobardes y me emocioné con mis héroes que me dieron el ejemplo de templanza y valor, paseé por tierras exóticas, conviví con tribus primitivas, visité el futuro maravilloso con alienígenas y humanos esparcidos por las galaxias, lloré las pérdidas de los amantes y el sacrificio de jóvenes en las trincheras de una guerra sin sentido.
La literatura me dio un tesoro de valores, de principios y experiencias con las que podía comparar, juzgar, criticar y defender posiciones, los libros me dieron la oportunidad de explorar regímenes políticos exitosos y fracasados, me explicaban que funcionaba en la sociedad y que no, me dio discurso cuando necesitaba defender posiciones.
Mi pasión por el arte la cultivé en museos y galerías, allí me encontré con hombres y mujeres que vivieron en otros tiempos y sufrieron igual que nosotros y sobrevivieron, otros desaparecieron pero dejaron sus testimonios en piedra o en lienzos, pude comprender que los movía, que les era importante y que admiraban del mundo que les toco vivir.
La música, ese otro lenguaje, ese torrente de pasión y construcciones matemáticas convertidas en sonido, fue otro gran río que me permitió navegar tierras ignotas, me paseé por grandes romances, por tragedias inconmensurables que desgarran el alma, por momentos de felicidad que solo la buena música puede brindar, por experimentos de ritmos y armonía de una complejidad tal que erizan la piel, fue un encuentro con tradiciones de otros pueblos, y que toma un gran esfuerzo descubrir y encontrar su belleza.
No hay sustituto del arte para la humanidad porque es su fin último, vivir la vida en buenos términos, llegar a estar satisfecho con uno mismo es hacer arte, uno mismo es la obra en ejecución, nos vamos moldeando con el tiempo, la coloratura cambia, las líneas se engrosan o adelgazan, el hombre se va haciendo en medio de su lengua, su cultura, su familia y las instituciones que le sirven.
Los sistemas sociales y económicos tienen sentido cuando trabajan con un hombre libre e informado, preparado en las técnicas y en las artes, con una amplia comprensión del mundo y las dificultades de ser humano con dignidad, y con la capacidad de reconocer y defender sus derechos, de cumplir con sus obligaciones y conservar su legado de tradiciones y memorias, la Venezuela que viene tiene que tomar en cuenta el alma, no solo el bolsillo.   -    saulgodoy@gmail.com







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