martes, 28 de febrero de 2017

Arte y Marxismo



No hay lugar a dudas, para el marxismo el arte ocupa un lugar relevante en el desarrollo de su pensamiento crítico, para Marx era el territorio de la naturaleza humanizada, una manifestación del trabajo que nos hacía superar nuestra propia animalidad.
En sus Cuadernos Filosóficos, Lenin, aduce que el pensamiento abstracto busca aprehender las relaciones internas de lo real, que llevado al arte significaría, que el artista busca en su mundo abstracto la estructura íntima de las cosas.
No fue en vano el esfuerzo que se propuso Plejánov de dogmatizar el arte realista, tratando de embridar el arte a las necesidades del estado socialista, y que posteriormente Luckács estrecharía el cerco para excluir a Proust, Joyce y Kafka de los escritores comprometidos con la causa socialista bajo la acusación de “subjetivistas”, especie de onanistas del arte.
No fue Hitler el inventor del llamado “arte decadente” el cual quiso destruir y expulsar de los museos del Reich, fueron los comunistas, en su afán por enrostrarle al capitalismo las señales ineludibles de su derrumbe como forma de organización social los que definieron un arte fútil e infértil, que no prestaba ningún beneficio a la civilización y el progreso, fue un brillante y fanático comunista, como el poeta francés Louis Aragon, quien declaró : “El realismo es un navío atacado y abordado a hachazos desde babor y estribor.  El pirata de derecha grita: ¡Muera el realismo! Y el de izquierda: ¡El realismo soy yo!
Porque para el comunismo, el arte que no le rinde pleitesía al realismo social, no es arte.
Los años 60 del pasado siglo fueron claves para la discusión de estos temas, Paris era un hervidero de la intelectualidad de izquierda que repasaba una y otra vez el legado de Marx, de la Revolución Rusa, de los revisionismos académicos continentales en medio de una explosión artística, de movimientos, manifiestos, experimentos y vanguardias que ponían en entredicho las interpretaciones culturales logradas hasta el momento.
Para Marx, tal como los escribió en El Capital (1867):
El trabajo es, antes de todo, un proceso entre la gente y la naturaleza… A través de este esfuerzo el hombre actúa sobre la externalidad de la naturaleza y la cambia, y de esta manera el cambia simultáneamente su propia naturaleza.
Con esta idea Marx aborda el arte y lo convierte no simplemente en un espejo de la realidad, sino en un instrumento para ayudar a la construcción de la realidad, se trata de una fuerza formativa más que una reflexiva, en su Introducción a la Crítica de una Política Económica (1857-59) dice junto a Engels:
Un objet dárt crea un público con un gusto artístico que es capaz de disfrutar de la belleza- y lo mismo puede ser dicho de cualquier otro producto.  La producción produce no sólo objetos para los sujetos, pero también sujetos para los objetos.
Para esos intelectuales reunidos en París estaba claro que el realismo a que aducía Marx en la pintura lo encontrábamos en los objetos y las vestimentas que adornaban una estampa de la época, en la música el realismo era dado por los instrumentos musicales que el compositor escogía para la interpretación de su obra, o las maneras del canto y la orquestación propias de la liturgia y los cánones de sus días, en la literatura por lo que se resaltaba como importante para sus tiempos sea este el nacionalismo, el romanticismo o el misticismo, sólo para mencionar unos pocos temas, que eran los lentes, a través del cual los novelistas veían su realidad.
El autor Pierre Abraham director de la revista Europe, explicando el porqué de esas variaciones entre gustos y temas en la cultura, dice:
…en el niño el hombre social no está todavía formado. Si se me permite por un segundo el uso de una imagen mecánica —que por lo demás no es mía sino de Louis Armand—, diría que la máquina superelectrónica que es nuestro cerebro nace con todas sus células pero sin las interconexiones que la educación y la instrucción proporcionarán luego. Las conexiones sociales son las últimas —por lo menos en el plano artístico— que adquirimos. No es asombroso, pues, que frente a la obra de arte el hombre social se forme en nosotros con un retardo de muchos años con respecto al que hemos denominado hombre interior.
El realismo socialista en el arte, siempre generó controversias en cuanto a sus límites, había unos que como Brecht se negaba a reconocerle fronteras, decía incluso que lo fantástico, la deformación, la parábola y la parodia, eran parte fundamental del realismo, de esa crítica obligada que el artista desarrollaba en su obra, pero para otros, el formalismo era lo fundamental, deducían ciertas normas del arte ya existente, y en base a esa perfección, recogían lo que veían como realidad social.
Lo que sí es claro que el arte socialista vinculado a las necesidades ideológicas del estado resultó en un arte malo, inferior, caricaturesco, artificial y que jamás remontó la cuesta de lo original, de las emociones y lo sublime, de allí que se generó una cierta sospecha sobre todo arte “social” pues se presumía interesado en una ideología o en algún programa de promoción política, es decir, propaganda.
El arte en los países socialistas está en manos de comisarios políticos, el gobierno tiene su lista de intelectuales y artistas a los que premia, sus obras son exhibidas en los circuitos de teatros, galerías y medios de comunicación bajo su control, igualmente tiene una lista de artistas enemigos del régimen a quienes persigue y execra, el aparato policial sirve para intimidarlos y mantenerlos en la clandestinidad, el gusto de los grupos políticos que controlan el estado están por encima del gusto popular, imponen sus tendencias y sacrifican, la más de la veces, la originalidad y el genio, por un arte carente de toda emoción.
Pero sin duda con el advenimiento de la Nueva Crítica desarrollada en el continente europeo, sobre todo con la Escuela de Frankfurt y posteriormente con el movimiento postmodernista, la teoría estética de la izquierda tomó nuevos aires y marcó el rumbo del pensamiento estético de fin del milenio.
Las tesis sobre arte marxistas vienen afiliadas a un fuerte contenido moral, y muchas veces predomina éste sobre el espíritu verdaderamente artístico, resultando en algo grotesco.
Aragon decía: Los grandes maestros son grandes por el contenido de sus obras y porque siempre encontraron para ese contenido, la forma adecuada”.  Pero a medida que se fue dejando atrás esta concepción clásica del marxismo, esta obligación de “decir” sobre la condición social, la crítica se hizo mucho más compleja y diversa, en próximos artículos discutiremos algunas de estas ideas que hoy marcan el decurso del arte contemporáneo y que tienen sus raíces en un marxismo evolucionado.
Por cierto, no es el caso de la visión de cultura que tiene el socialismo del siglo XXI, que parece sacado de los tiempos de la comuna de París, es decir, la concepción de arte para el chavismo es acartonada, superflua e infantil y su contenido leninista radica en la terrible costumbre de obligar al público a sufrirlo.
Por medio de esa primitiva concepción de la hegemonía comunicacional, que reserva todos los espacios culturales, para ese bodrio nacionalista y de propaganda que ellos llaman arte, y del cual se vanaglorian en una música, un teatro, una pintura, un cine y una literatura que nos retrotraen a siglos de incultura ya superadas.
Nunca estuvo la alta cultura tan amenazada en nuestro país que con estos vendedores de pócimas y ungüentos mágicos, el chavismo se ha convertido en el peor enemigo de quienes saben leer y escribir, y son absolutamente insensibles a las principales tendencias del arte mundial, prefieren mirarse el ombligo y ofrecerle al pueblo un menú muy pobre de opciones para alimentar el alma, Venezuela ha dado un vuelco terrible en su devenir cultural, justamente, en nombre del marxismo.  -   saulgodoy@gmail.com







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