domingo, 8 de enero de 2017

¿Me opero las tetas?




Cuantas mujeres venezolanas, y del mundo entero, no se han hecho esta pregunta, y no pocas han decidido someterse a la cirugía estética que les cambiaría, en un buen número de casos, la vida.  Porque para quienes vivimos este siglo y tenemos la posibilidad de accesarla, la cirugía estética se ha convertido en una opción más en nuestros estilos de vida.
Y cuando hablamos de estilos de vida hablamos de lo que en verdad nos importa y quisiéramos tener como parte del proyecto existencial, que por supuesto, incluye nuestro cuerpo.  ¿No nos gusta algo? Cambiémoslo, ¿Queremos sentirnos bien? Comprémoslo, de hecho, constantemente estamos cambiando nuestro entorno, casa, piso, rancho a mansión, cada uno de acuerdo a sus posibilidades, gastamos importantes sumas de dinero en trajes, zapatos, perfumes, joyas, no reparamos en sentirnos a gusto con nuestra apariencia, de modo que si tenemos la oportunidad podríamos retocarnos la papada, quitarnos unos kilos, desaparecer algunas arrugas.
Pero hay personas que tienen ciertos problemas con su apariencia que ya pasan a mayores, en el caso de las damas, pechos muy grandes con los que se sienten incómodas, o la ausencia de ellos que las mortifican, que afectan no solo su vida social sino sentimental, a veces con consecuencias graves como la pérdida de un matrimonio.
Porque hay una parte importante de nuestros estilos de vida que tiene que ver con nuestra autoestima, como nos vemos y como nos ven los demás, y para poder funcionar como personas debemos buscar un equilibrio que nos permita navegar sin problemas en ese complejo mundo de las relaciones humanas.
El médico holandés Henri Wijsbek, de la Universidad Erasmus de Rotterdam, ha escrito un ensayo que ha tenido enorme repercusión en el mundo de la bioética, Estilo de Vida y Belleza (2006) publicado por el Journal of Medical Etics, ha sido discutido y estudiado en diversos foros internacionales y producido no poca controversia.
Wijsbek confronta en su estudios dos posiciones antagónicas de dos investigadoras, la de Katheryn Pauly Morgan quien asevera que las mujeres que buscan soluciones en las cirugías estética lo hacen bajo coerción, no son decisiones libres, sino obligadas bajo la presión de tres paradojas, por un lado está el estilo “Baywatch”, la apariencia escultural de modelos consideradas como óptimos por la sociedad gracias al mundo publicitario, quieren conformarse a la medida de esos modelos y lucir igual a ellas.
La otra paradoja es la de la colonización, el cuerpo que le dio la naturaleza a la mujer es un proyecto a construir por los hombres que la rodean.
La última es  que lucir “ordinaria” conlleva a un castigo social, a ser apartada e ignorada, la buena apariencia se premia como en los concursos de belleza, la cirugía estética se convierte en un imperativo social.
La mujer sometida a estas presiones no es libre, sus decisiones están afectadas por una imposición del supremacismo machista, de diferencias de clase, sal pimentadas de antisemitismo, con exigencias eugenésicas, discriminando factores como la edad.
Por el otro lado tenemos a la autora Kathy Davis del estudio, Reshaping the female body (1995), quien concluye que las mujeres que dan el paso de cambiar su cuerpo por medio de la cirugía estética lo hacen tras un largo período de dudas, consultas y de mucho pensarlo, rara vez comparten sus planes con sus esposos o parejas, lo hacen con amigas que ya se han sometido al proceso y toman muy en serio lo que dicen los cirujanos.
Las mujeres que Davis entrevistó sufrían de su condición (senos muy grandes o muy pequeños), sus decisiones fueron conscientes y ejerciendo su libertad personal, no presionadas por elementos culturales ni presión social.
Servida la mesa, el doctor Wijsbek se embarca en una interesante disertación sobre fortalezas y debilidades de cada argumento y las evidencias que presentan, uno de los problemas que se derivan de esta confrontación es el origen real de las decisiones tomadas, para algunas mujeres su esquema mental está basado justamente en los prejuicios y valores de una sociedad machista y conducida por intereses sociales y hasta médicos, para que conformen ese mundo clientelar de la industria de la belleza, pero no lo saben o no lo admiten.
Dice Wijsbek en su interesante exposición: “Uno de los objetivos principales de Davis es buscar la forma de ser crítica del sistema de belleza que trata a las mujeres como inferiores, sin culpar a las mismas mujeres que forman parte de ello.  Pero ¿Qué puede hacer sosteniendo que la mujer es libre al mismo tiempo?  Su fórmula- que la decisión se hace, constreñida por las circunstancias- no es muy satisfactoria, porque las decisiones siempre son hechas con información incompleta, bajo condiciones que muchas veces no fueron creadas por ella, y con pocas, si alguna, opciones a disposición.  Parece que se sigue de su posición que la mujer es responsable después de todo.  ¿Cómo puede alguien participar en una situación cuestionable, sin que ella, tenga responsabilidad en sus resultados?”
En cambio Morgan acusa al sistema, que es opresivo, no a la víctima, que es la mujer que se entrega en manos del cirujano plástico como si fuera zombis inocentes, se dejan manipular por el sistema.
Morgan efectivamente cree que allá afuera hay uno hombres, probablemente sus padres, hermanos, novios o esposos que las van llevando poco a poco y la entregan en manos de los cirujanos plásticos, incluso habla de un estamento de hombres hipotéticos, muy poderosos que deciden sobre sus vidas manejando el sistema de belleza en que las atrapan.
Davis, al contrario, descubre que muchas veces son las otras mujeres, con sus comentarios hirientes sobre alguna desventaja natural en las otras, las que remueven sentimientos negativos haciendo de catalizadores de la decisión, pero a pesar de todo debemos reconocer, que el número de mujeres que se someten a operaciones estéticas es en realidad una fracción insignificante, frente a las mujeres que no lo hacen.
Puede ser también que la búsqueda de la belleza por parte de algunas personas se convierta en una obsesión, las obsesiones limitan la libertad, pero de nuevo, que es normal o equilibrado en la búsqueda de la belleza, también hay personas en el otro extremo, que les importa muy poco como lucen, al punto de parecer descuidadas.
El que exista la posibilidad de corregir la apariencia es una bendición para algunas mujeres que buscan en sus personas el equilibrio y la belleza, malo sería tener que vivir en un mundo donde nadie se preocupara por cómo se ven, donde impere lo ordinario y donde lo feo y grotesco no pudiera corregirse.
El artículo de Wijsbek es mucho más profundo y completo que esta breve reseña que les estoy presentando, si les interesa el tema, búsquenlo en Internet y léanlo, vale la pena, creo que está muy bien escrito y sus conclusiones son interesantes.   -   saulgodoy@gmail.com




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